todo irá bien
La primera corrupción
No sé si la Guardia Civil hallará lo que busca en su registro, pero es evidente y conocido por todos que Convergència utilizaba, entre otros cauces, su fundación para financiarse

Que la fundación de Convergència (Fundació Catalanista i Demòcrata) tenga que recordar en su nombre que es catalanista y demócrata, como si de una redacción sobre lo que has hecho el fin de semana se tratara, da una pista de la tara.
Más de fondo, es evidente y conocido por todos que Convergència utilizaba, entre otros cauces, su fundación para financiarse . Y para mover dinero de aquí y de allá con distintas y curiosas finalidades. Cuando del saqueo del Palau de la Música estalló, los catalanistas ¡y ojo, demócratas! tuvieron que comprometerse a devolver 632.000 euros que Félix Millet había dado a la fundación convergente en virtud de unos contratos -como mínimo- turbios.
Pero la primera corrupción y la más terrible de esta fundación es su vacío intelectual, la miseria, la indigencia mental, espiritual y literaria de las nulidades que ha promocionado . Desde su refundación en 2006, la llamada Catdem estuvo en manos de los más siniestros personajes del subvencionado panorama mediático catalán, hasta el punto de que uno de los principales dramas del proceso soberanista es su falta de inspiración, una pobreza argumental instalada en la permanente payasada, y una sintaxis que es un inevitable preludio del fracaso.
No sé lo que la Guardia Civil encontrará en la registrada sede, pero seguro que no hallará ninguna idea. Más que una fundación, la Catdem es un sórdido espectáculo de todas las incapacidades reunidas en nombre de una causa que sólo podía naufragar si sus defensores eran estos inconcebibles espantapájaros.
Con intelectuales, periodistas y escritores como los que la fundación de Convergència ha patrocinado, uno se acaba preguntando por qué este partido político se toma tantas molestias en mantener la inmersión lingüística si cuando puede hacer algo por el catalán lo humillan de un modo tan ofensivo y sistemático.
Ahora dirán que la corrupción de Convergència no existe y que lo que quiere España es dinamitar el proceso soberanista, en una demostración más de la sofisticada inteligencia que esta fundación tiene a sueldo.
La primera corrupción es siempre la intelectual, la moral, la de la idea retorcida y masacrada que no puede escapar de la emboscada, y luego cae todo lo demás, a plomo, hasta el final.
Leyendo los papeles que la fundación ha puesto en circulación, es imposible no llegar a estas dos clarísimas conclusiones: la primera es que por mucho dinero que a través de este cauce se haya desviado, blanqueado o comisionado, ningún atraco podría ser más grave que el daño que la Catdem ha hecho al debate público catalán. La segunda es que, efectivamente, si esto era lo que escribían, les quedaba mucho, mucho tiempo para robar.
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