VIDAS EJEMPLARES
Mala memoria
Pronto se ha olvidado que la economía sigue cogida con pinzas
LO de los españoles con la economía es como lo de esos chavales que una madrugada ruedan por una cuneta con su Ibiza tuneado, salen más o menos descangallados, pero vivos, hacen un sentido propósito de enmienda y cuatro semanas después se estampan contra una farola en una nueva incursión de copeo al volante. Mala memoria y poca cabeza.
Parte de los españoles creen que la crisis ya cae lejos, que es hora de volver a la parranda del gasto, un gran «rave» de barra libre, con Sánchez e Iglesias Turrión de «diyeis». Además, sabido es que los únicos culpables de descalabro fueron la taimada Merkel y el «fundamentalismo neoliberal del PP», como remachan muy serios en las teles al rojo vivo, que predican hasta en las soporíferas tardes de canícula, y como escribía ayer en un periódico de mi pueblo un animoso sindicalista local al que tienen por la reencarnación de Keynes. Ese pensamiento mágico preconiza que España está lista para romper la brida del castrante «fundamentalismo neoliberal», la única traba que impide que con Pedro y Pablo instalados en La Moncloa sin siquiera ganar las elecciones arribemos a un paraíso social. Bajo el nuevo liderazgo sensible viviremos como suecos currando como griegos y disfrutaremos de subvenciones sin tasa, porque España ya no tendrá que hacer frente a los intereses de colosal deuda y la pasta gansa florecerá en los árboles, como las cerezas del Jerte y las peras de Lérida.
Analistas avezados acusan al famoso Mariano de tremendista por advertir a los votantes de que en las generales habrán de elegir entre más de lo mismo o el riesgo de una economía dirigida por la sociedad de Sánchez y Podemos, que tantas tardes de gloria está dando en los consistorios. No creo que Guindos y Montoro sean exactamente Milton Friedman y Shumpeter. Son mejorarles y como buenos funcionarios, poco imaginativos. Además, Guindos ha hecho gala de una enojosa falta de empatía con las personas que lo han pasado fatal (véase los cincuentones barridos por las oleadas de ajustes que tal vez no volverán a trabajar). Pero estos ministros garantizan el orden mínimo para que el paciente pueda ir recuperándose, respetan el Estado de Derecho y al menos no auspician chaladuras populistas con el dinero de todos (lo cual tal empieza a constituir todo un mérito).
España ha mejorado mucho y puede enorgullecerse de ser el país que más crece del euro (miren a Francia). Pero solo desde el pensamiento mágico se pude ignorar que la economía española sigue cogida por alfileres. La deuda pública está en el 98,5%, una losa para las generaciones venideras. El paro continúa por encima del 20% y las cuentas de la Seguridad Social meten miedo, con solo 2,26 ocupados por pensionista. Todo esto ocurre con un viento a favor inaudito: el petróleo por los suelos y el inédito manguerazo de Draghi, que no será perpetuo. A poco que suban los intereses de la deuda, afloje el BCE o se enquiste la guerra de divisas que está abriendo la dictadura china, volveremos a sudar tinta. Con tal marejada, situar en el puente del buque a Pedro y Pablo es tener ganas de merendarse de bruces el iceberg. Pero igual sucede. Al fin y al cabo, es lo que recomiendan en la mayoría de nuestras televisiones.