VIDAS EJEMPLARES
El menor problema
Que Carmena se vaya diez días de vacaciones entra dentro de lo normal, lo raro es todo lo demás
A Marx rezando y el Moet & Chandon enfriando. La existencia de la izquierda caviar no es una novedad. A los jerarcas comunistas, del solvente genocida Stalin al veteranísimo sátrapa habanero del chándal, siempre les fascinó el lujo, aunque sus regímenes fuesen factorías de creación y reparto de miseria. Como si se tratase de un pequeño Watergate estival, la misma empresa que mantiene a José Miguel Monzón Wyoming y al «Rojo Vivo» dando oxígeno a Podemos ha publicado con vitola de escándalo que Manuela Carmena se ha ido diez días de vacaciones a Zahara de los Atunes. Se trata de un enclave de naturaleza privilegiada, que hace lustros que se ha convertido en el Xanadú donde nuestro progresismo más concienciado se solaza para volver con fuerzas a la prédica otoñal y seguir con el «Apocalipsis Now». Su arenga ya la conocen, que ustedes también ven la tele: la sanidad pública ha sido desmantela y ahora es como la de Afganistán; con Tsipras y Pablo viviremos todos de traca sin pegar chapa; Mariano es un don Tancredo, que se obceca en que se cumpla la ley y no deja independizarse al bueno de Artur; y si España es el país que más crece de la OCDE es de chiripa y da totalmente igual, porque aquí lo único que importa son Granados y Bárcenas (que nunca la saga de los Pujoles, la de Chaves, o el hecho de que los dos últimos líderes del PSOE gallego estén imputados y nadie los haya echado o amonestado).
En una de sus canciones, Antonio Vega, poeta muy dotado devorado por el malditismo químico, hablaba de «magia con precisión». El verso vale para definir al periodismo: la magia de una historia bien relatada y la precisión de la verdad sustentando los hechos. En el pícolo Watergate estival de Carmena la magia ha hecho agua por falta de precisión. Carmena tiene 71 años y ha sido juez. Su marido dirige un importante estudio de arquitectos. Tienen un nivel de vida que hace normal que se hayan gastado 600 euros en alquilar una casa diez días en Zahara (el diario denunciante se ha visto desairado al desvelar la alcaldesa que la vivienda acogía a ocho personas y pagaron entre varios).
Criticar que una persona que ejerce un puesto tan relevante como la Alcaldía de Madrid descanse diez días en agosto es un ejercicio de demagogia, del mismo signo populista (o populachero) que los que distinguen a Carmena. La actual alcaldesa de Madrid, que ni siquiera ganó las elecciones y es un títere estrafalario de Podemos, acumula todo tipo de carencias y meteduras de pata, y es ahí donde debe ejercerse una crítica dura, clara y razonada. En primer lugar, y creo que es lo peor de todo, carece de un proyecto en positivo para mejorar el pulso de Madrid y su calidad de vida. En segundo lugar, chapotea en el nepotismo, entregando a su sobrino lo mollar del ayuntamiento. Además, coquetea con prácticas contra la libertad de prensa muy queridas al comunismo (su web de la verdad). Se ha equivocado haciendo el casting, al otorgar cargos a un racista que bromea con el genocidio y a una mujer que ofendió a la mayoría católica asaltando una capilla. Ha mentido –o vive en Plutón– en el caso del hambre infantil en Madrid, y va de rectificación en rectificación, sin mejorar una sola cuestión real de la vida diaria de los madrileños. Carmena debería ser honesta, reconocer sus carencias –y sus pocos votos– y abandonar ya una Alcaldía que le queda inmensa, pero no por diez días agosteños en Zahara, que son justo el menor de los muchos problemas que genera y generará esta política sectaria, extraña e incapaz.