TODO IRÁ BIEN
Secretaria
Cuánta petulancia exótica por parecer distintos, cuando un hombre siempre es el mismo y sólo corriendo hacia su interior hace las paces con el mundo
El sábado nos enfrentamos mi mujer y yo al crepúsculo tormentoso para ir a cenar a Rafa en Rosas. Nada hay como una carretera oscura para la introspección y empezó a sonar Secretaria de Mocedades. Secretaria, secretaria, la que escribe escucha y calla.
Y entonces me di cuenta de que he vivido una vida de impostura y de farsa intentando hacerme el profundo con Serrat, Mark Knopfler o Paul Simon. Porque estoy hecho de Mocedades, de los casetes que mi padre ponía en el coche en aquellos tiempos en que todo quedaba lejos y los viajes eran interminables.
Estoy hecho de Mocedades y de sus dramones de azafata del Puente Aéreo, cuando volar era algo importante y caro. Estoy hecho de la voz telúrica de Amaya Uranga, de su grave sentido de la existencia, ligado a la lección fundamental de que cualquier destino es trágico.
Que un Amor de Hombre en la hora exacta nos ayude a desmantelar el gótico falso de tantos pedantes. Tenemos un corazón de ir por casa, mucho más Mocedades de lo que queremos creer, y nuestra educación sentimental tiene mucho más que ver con el vendedor de la plaza vacía que con la liberación sexual de los melenudos drogatas, que no trajo más libertad sino sólo más sexo desparramado.
Somos un cielo lejano y una tierra caliente, y aunque vamos de sabios, siempre acabamos haciendo las cosas por primera vez, estrenándonos por dentro y por fuera, y aún tu primavera nos hace temblar.
Cuánta ternura desperdiciada en nombre de ese estéril hacerse el macho con el rock absurdo que no conduce a nada más que al cinismo y a la soledad. A cuánta cursilería hemos renunciado por ir de expertos en asuntos de los que no sabíamos nada. ¡Dadme cursilería y protegedme de los patanes que creen que el logos es una superación del mito! Cuánta petulancia exótica por parecer distintos, cuando un hombre siempre es el mismo y sólo corriendo hacia su interior hace las paces con el mundo.
El sábado contra el crepúsculo, con mi mujer y con la voz total de Amaya, regresé a mi verdad más honda y sepultada por toneladas de estúpida arrogancia, creyéndome todo este tiempo que era mejor que mi padre cuando tal vez ni esté a la altura de sus defectos. Soy una carretera oscura con mi mujer, el recuerdo de mi padre con quien hace años que no hablo, y Amaya proclamando los confines del reino al que después de tanto intentar escapar todavía pertenezco. Pange lingua gloriosi corporis mysterium .
Soy Mocedades y si a alguien le molesta esto de mí tendrá que tomarme o dejarme porque llevo 25 extraviados años intentando cambiar y por nada renunciaría a mi verdadera identidad, ahora que por fin la he reencontrado. Soy Mocedades. Soy una azafata de cuando Iberia era Iberia y los señores solventes nos invitaban a cenar. Soy una dependienta del Corte Inglés enamorada del jefe de planta, casado y con hijos y que sólo me quiere para restregarse.
Soy una lágrima fácil desde que tú te has ido, desde que te has marchado. Y me parezco al español medio mucho más de lo que el español pomposo quiere parecerse al expresionismo noruego de Ibsen. Nos llevaríamos mejor si nos dejáramos de tanta comedia, si pactáramos con nuestra emotividad del sur, perifrástica y azucarada, tan deliciosamente Mocedades.
Vuelvo a ti, querida Amaya, a ti que también y asburdamente quisiste sofisticarte dejando a tus hermanos. Regresemos juntos al principio de la historia tal como la secretaria piensa en lo que pudo haber sido, se aferra a su derrota aceptada y continúa surcando cada noche, buen soldado, un poquito enamorada.