LLUVIA ÁCIDA
La camiseta
Ojalá logremos crear una generación que, al ver a Franco en una camiseta, diga lo mismo que Nuno Silva, ¿este quién es?
Como aficionado a la historia, creo que no sólo hay que saber quién fue Franco, sino también quiénes fueron Mitrídates del Ponto y Crátero. Aunque sólo sea para ganar quesitos del Trivial, que al final es para lo que sirven en sociedad ciertas pasiones históricas que a uno, entre los compañeros de la radio, aferrados a su contemporaneidad, le han supuesto cargar con una fama de tipo tedioso, como de coleccionista de escarabajos que los enseña metidos en frascos. Para hablar de las proscripciones de Sila con la misma pasión con que en el bar se habla del derbi, en la vida sólo tengo a Pedro Cuartango.
A pesar de estas obligaciones del conocimiento, siento una profunda envidia de un cierto Nuno Silva, futbolista portugués que acudió en Jaén a una comparecencia ante los medios llevando a Franco estampado en una camiseta. ¿No les parece absolutamente liberador no tener ni pajolera idea de quién fue Franco? ¿Verlo en una camiseta y descubrirle el mismo poder evocador que a un minion, menos montaraz que el de un cantante de los Sex Pistols? Con esto no valido la ignorancia. Ni considero que el fascismo se haya disuelto en la condición de ornamento pop en la que muchas cosas, vaciadas de contenido y desprovistas de contexto histórico, se vuelven asépticas por castración. Hasta Cristo, no ya el Che, fue banalizado como póster antes incluso de que una parodia suya promocionara en televisión tarifas telefónicas. Antes de que el crucifijo fuera convertido por D&G en complemento metrosexual a lo Beckham que nada significa. Pero el fascismo no. Conserva toda su pulpa. Aún constituye una visión escatológica por la que se admite militancia o se pide perdón. Por más que Nuno Silva lo confunda con Lady Gaga, suele ser así.
Lo que me parece liberador es constatar que se puede llevar una vida normal sin saber quién es Franco. Esto es de entrada un baño de humildad para nuestra masticación de obsesiones, pues nuestra historia adquiere dimensiones de estuche con sólo cruzar la frontera más cercana. Pero también es un ejemplo terapéutico para una sociedad que, incluso después de su homologación europea y de las generaciones sucesivas que nacieron en rutina democrática, aún está encasquillada en Franco, traumatizada. Que aún asocia sus símbolos constitucionales con Franco, manteniéndolos varados en el anacronismo y el rechazo. Que aún usa a Franco como paradigma ideológico y como insulto al adversario. Que aún tiene pendientes venganzas. Que aún quiere derrotar a Franco de modo retrospectivo cuando se sienta en el despacho municipal para pasar al callejero detectores sectarios de franquismo. Ojalá logremos crear una generación que, al ver a Franco en una camiseta, diga lo mismo que Nuno Silva, ¿este quién es? Será más ignorante, pero también más emancipada y orientada al futuro. Que Franco sirva para ganar al Trivial, como Mitrídates.