PECADOS CAPITALES

Valeria Mazza y la nueva política

Ya sabemos que a los flamantes dirigentes la vida cotidiana de los ciudadanos no les importa

Mayte Alcaraz

Si yo fuera votante de cualquiera de los partidos populistas, primos o cuñados de Podemos, me atosigaría una pregunta: ¿para qué? Conozco a un puñado de bienintencionados españoles que usaron la papeleta electoral el pasado 27 de mayo cual adolescente coloca una piel de plátano en la entrada de la sala de profesores del instituto. Ejercicio que, sin buscar un shock traumático en el profesor más insufrible de la clase, sí le procurara un chichón en la cumbre de sus ideas. Muchos de aquellos electores del partido de Pablo Iglesias o sus marcas afines todavía no reconocen que compraron a precio del último iphone un alcatel sin datos ni conexión a internet. Es decir, que pagaron un pastón –en democracia, y por mucho que nos cueste entenderlo, el voto vale más que una fianza de Rodrigo Rato– por un real de hilo, es decir, por la nada política.

En lo que algunos ya han reparado es en que poner una cataplasma de soluciones fáciles a problemas graves era una tomadura de pelo que ni ha curado ni curará al enfermo. La primera señal vino de Grecia hace unos días, a cuya sociedad su Moisés de pacotilla va a rebajar el salario mínimo a 350 euros, limitar el derecho de huelga y venderle medio país para que Europa pueda manejar esos activos sin el concurso de Atenas. La tierra prometida, pues, tendrá que esperar. Pero más allá de las mentiras de Alexis Tsipras, en España asistimos atónitos a la constatación de que nuestros nuevos dirigentes, una vez llegados al consejo de administración de la casta y repartida la moqueta, desprecian aquello que tiene que ver con la vida cotidiana de los ciudadanos; con las dificultades del día a día; con las carencias vecinales; con lo que de verdad importa. O importaba.

Gracias a los políticos de la pureza sabemos que hay un debate nuclear, cual es conocer por qué los hombres consumen prostitución; que los periodistas somos muy malos y nos tienen que azotar en una web pública; que en la Comunidad Valenciana solo se recuperará la libertad el día que se reabra Canal Nou para mayor gloria de sus actuales gobernantes y colapso de su maltrecha economía; que cuando se va a inaugurar una lanzadera que comunica Barcelona con el aeropuerto de El Prat lo mejor es dejar plantada a una ministra, no vayan a considerarnos cómplices de una infraestructura que beneficia a los barceloneses; que cuando se visita al Rey lo institucional es desembuchar en la puerta todo lo que se ha hablado con el Monarca, al que, por cierto, se ha puesto a caldo en las teles afines...

Y pierdan la esperanza de que los estafadores vayan a cambiar. Exprimir la angustia de los españoles es uno de los ejercicios más cínicos, canallas y vergonzosos de algunos populismos que, mientras los problemas siguen sin resolverse, se dejan fotografiar con Valeria Mazza como símbolo de la política que nos va a redimir.

Valeria Mazza y la nueva política

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