HORIZONTE
Sarna con gusto no pica
Esto es lo más parecido que hemos visto en nuestros días a los referendos del franquismo. Y con los plebiscitos del caudillo no entramos en Europa
Dice Iglesias Turrión que en Grecia ganó la democracia. Pues va a ser que sí. La democracia europea. Porque la democracia puede ser un poco más amplia que lo que Iglesias Turrión cree que es.
Lo primero que quedó claro en Grecia el domingo no fue que el país esté roto en dos bloques y por la mitad. Los que fueron a votar, que son los que de verdad cuentan, sufragaron abrumadoramente en contra. ¿En contra de qué? En contra de Europa. Porque a estas alturas todavía nadie sabe qué se cuestionaba en la pregunta incompresible y los catorce folios adosados e inescrutables. Si, con frecuencia, el peligro de los referendos es que la gente acaba votando por cualquier razón menos por aquella sobre la que se les está preguntando, cuando lo que pone en la papeleta es una suerte de jeroglífico resulta mucho más evidente que se vota por cualquier cosa menos por la textualidad de aquello a lo que se responde con un «sí» o un «no». Por eso la votación era, genéricamente, sobre Europa. El propio Jean-Claude Juncker, que tanto ha hecho por intentar encarrilar la negociación con Grecia, tuvo que reconocer, sin matices, que el referendo del pasado domingo era un plebiscito sobre Grecia. Y los griegos respondieron a esa pregunta con tal contundencia que ahora somos el resto de los europeos los que hemos obtenido de la democracia griega la legitimidad para actuar.
Sí, ya sabemos que la legitimidad de la consulta es más que cuestionable. Los plazos de convocatoria, la formulación de la cuestión, la campaña electoral... todo es sucio. Pero si eso vale para que Podemos y Syriza se declaren ganadores, también servirá para que el resto de los europeos actuemos en consecuencia. Porque lo vivido el domingo en Grecia es lo más parecido que hemos visto en nuestros días a los referendos del franquismo. Y con los plebiscitos del caudillo no entramos en Europa.
El vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, jefe del SPD alemán, miembro del Partido Socialista Europeo, fue el primero en declarar el domingo por la noche que «los puentes con Grecia están rotos». Ahora pueden venir Tsipras e Iglesias Turrión a explicarnos que ha ganado la democracia. Y la respuesta debe ser que sí. Que ha ganado. Y que eso implica que se ha acabado el tiempo. Grecia no quiere estar en Europa y el futuro de nuestra unión política sólo puede fortalecerse de su salida del Euro. No se puede ayudar a quien no quiere dejarse ayudar. Y los griegos lo han demostrado con palmaria claridad. Me duele decirlo por los 2,245,537 griegos que han defendido estrechar la mano tendida de Europa. Pero si todos y cada uno de los españoles hemos dado 600 euros a los griegos y nos piden más sin decirnos cómo nos van a devolver nada, prefiero que se queden lo que ya he dado y... con Dios.