POSTALES
¿Qué busca Tsipras?
Europa se ha suicidado más de una vez en su historia, aunque siempre ha logrado resucitar
Nadie se explica la errática trayectoria de Tsipras en el pulso que sostiene con sus socios y acreedores, tan pronto ofreciendo nuevas propuestas como retirándolas, lanzando órdagos y tendiéndoles la mano, sonriente o insultante. Hay quien lo atribuye a que está desesperado y hay quien lo deja en la negociación de zoco oriental que domina en los mercadillos griegos. Visto de cerca, desde luego, parece un hombre que ha intentado engañar a los demás y a estas alturas se engaña a sí mismo, tras caer en su propio lazo. Con cierta perspectiva, sin embargo, se ve que hay bastante más que eso: el objetivo último del primer ministro griego no es sacar a sus socios el máximo que pueda extraerles con ardides de trilero. Esa es la calderilla de su estrategia. Ni siquiera el daño que pueda causar a su pueblo, al que está usando como instrumento de la misma con la frialdad de los demagogos y crueldad de los dictadores, le frena en esta carrera que tiene a todo el mundo con la boca abierta y el corazón encogido. Porque el verdadero objetivo de Tsipras, y además no lo ha ocultado, es cambiar las reglas acordadas por los países que adoptaron el euro. En realidad, acabar con la «Europa de los banqueros, de los partidos corruptos y de la opresión de los pueblos, dando a estos la oportunidad de liberarse de la política de recortes, ajustes y sufrimientos que vienen padeciendo a manos de una minoría que controla los gobiernos y las instituciones», que fue la fórmula con que ganó las elecciones. Los griegos, desde luego, se lo compraron; ¿cómo no iban a hacerlo si les prometía sacarlos del pozo sin sacrificios? Incluso cuando han comprobado que no tienen acceso a su dinero en el banco, bastantes siguen confiando en su fórmula de taumaturgo. Como sus socios de gobierno. Basta echarles una ojeada para comprobar que están en el mismo barco. Aunque Syriza se presenta como un partido de extrema izquierda, no ha tenido el menor inconveniente en aliarse con Amanecer Dorado, abiertamente nazista, y con ENEL, rabiosamente antieropeo. Dime con quién andas y te diré quién eres. También Stalin no tuvo inconveniente en aliarse con Hitler, ni Hitler con Stalin, antes de que se liaran a golpes entre ellos. Como Tsipras no parece tenerlo en aliarse con Putin contra Europa. Esta es la clase de individuos con quienes nos jugamos no ya los cuartos, sino el sistema que hemos elegido para una Europa unida. Un sistema, de acuerdo, imperfecto, pero mil veces mejor que el que ellos propugnan. Un sistema que ha convertido Europa en el sueño de millones de personas de otros continentes y ha permitido a los griegos vivir de gorra desde que entraron, con datos falsos, en el club que ahora intentan dinamitar desde dentro, al pretender que no cumpla las reglas que se ha dado.
La situación es tan candente y tan fluida que predecir qué ocurrirá es tan fútil como creer la última propuesta de Tsipras, y la experiencia no invita al optimismo. Europa se ha suicidado más de una vez en su historia, aunque siempre ha logrado resucitar. El problema es que, hoy, ya no es la que decide, política, económica e intelectualmente, la historia, que se ha desplazado hacia otros centros. Y Tsipras lo sabe.