LLUVIA ÁCIDA
El voto fundador
Que el PP no tenga asegurado el voto de su fundador debería considerarse un síntoma de madurez y buena calidad de la militancia
El PP no tiene garantizado el voto de Aznar. De hecho, debe recuperarlo. Si no el voto, al menos una disposición mejor que el «profundo mal humor» con el que lo concede a regañadientes según la expresión atribuida a una señora votante por el propio Aznar en la entrevista de Bieito Rubido y Montserrat Lluis en ABC. Que Aznar se esté pensando votar al PP puede sonar tan inquietante como la cólera de un dios menor ante las desviaciones de sus propios hijos, castigados con estatuas de sal y lluvias de sapos. Pero el tono de la entrevista sugiere un contexto menos dramático. Primero, porque Aznar no trata de agitar dentro del PP una nostalgia sebastianista que sea el preludio de alguna maniobra de restauración. No está fletando nada para salir de Elba.
Además, después de un largo silencio, ha elegido para expresarse un momento casi tardío, con el desastre electoral del 24-M ya digerido, con ciertas resignaciones del PP definitivamente enquistadas. En el PP, las reflexiones ya parecen todas autopsias del marianismo después de un desastre en las elecciones generales. No contienen hálito creador y además están abrumadas por el tiempo que se acaba, que parece el del condenado que escucha pronunciar en su galería la terrible apelación litúrgica de quien va hacia el cadalso: «Dead Man Walking». Que Aznar llega con cierto retraso se aprecia en que dice cosas muy parecidas a las que sostuvo con varios artículos Cayetana Álvarez de Toledo sin el auxilio de nadie en el ambiente monolítico y en un momento en que la presión era mayor y la infantería marianista acudía presta a sofocar al discrepante. Contra Aznar quiero verla ahora, por cierto, ya que por fin se ha puesto a decir las mismas cosas que hace un cuarto de hora te marcaban como traidor. Pero no llueven sapos porque Aznar se detiene justo antes de pedir un proceso interno de renovación, a pesar de que todo su diagnóstico no puede abocar sino a eso. Pero, claro, no en vísperas electorales: ahí sale la costumbre de aparato, la prioridad táctica.
Que el PP no tenga asegurado el voto de su fundador debería considerarse un síntoma de madurez y buena calidad de la militancia. Más, al menos, que la concesión innegociable e irreflexiva del voto que hacen, mientras agregan prebendas a su historial, comisarios profesionales como el de RTVE. El PP debería estar satisfecho por contar entre sus votantes a muchos con suficiente instinto moral como para retirar el voto si le estafan los principios. Que el PP actual es estéril se nota en que comprende esto y sólo es capaz de reaccionar traficando miserablemente en las esquinas con el miedo a la horda. En la búsqueda de un PP sin Rajoy, sin decepción y sin corrupción, el votante comete el autoengaño de detectar la derecha idealizada en Ciudadanos, y entonces trata de silenciar esa voz interior que le advierte de que no tiene ninguna garantía de que ese voto no lo use luego Rivera para investir a Schz. Esa paradoja tal vez sea la pirueta terminal del marianismo.