POSTALES

Rajoylogía

Hay quien quiere no regenerar el sistema, sino destruirlo. Y si hoy ocupan los ayuntamientos de las principales ciudades, mañana pueden ocupar la presidencia del Gobierno

José María Carrascal

A los islamólogos y kremlinólogos, hay que añadir los rajoynólogos, especialistas en diseccionar la psicología política del presidente del Gobierno. El que más me fascina de ellos es uno que en sólo una semana ha producido tres diagnósticos diferentes, que sus jefes consideraron dignos de llevar a primera página: que Rajoy iba a hacer un cambio radical, que no iba a hacer ningún cambio y que iba a hacerlo, pero meramente cosmético. Aunque no crean que los demás se apartan mucho de tan contradictorios vaticinios. Quien más quien menos echa su imaginación a volar, y no he visto ni oído a nadie excusarse. A fin de cuentas, estamos en la era de la fugacidad. Con analistas así, nada de extraño que a los españoles nos dé vueltas la cabeza, teniendo en cuenta que la política no se hace hoy en el Congreso, sino en las tertulias y en los titulares de los periódicos (no cuento las redes sociales porque aquello es una jungla).

El problema viene de algo tan español como no ver la realidad tal cual es, sino como cada uno o una quisiera que fuese. Un defecto que nos hace medir hechos y personas según nuestra propia vara, lo que conduce inevitablemente al error –al ser cada uno distinto– y a convertir la política en un guirigay, como puede apreciarse en las tertulias, con todos hablando al mismo tiempo, sin lograr entenderse a nadie. Rajoy debe alucinar, leyendo o escuchando lo que va a hacer antes de que él lo haya decidido, y preguntándose: «¿Cuál es la salida menos mala ante tal algarabía, dado que el objetivo propuesto –revertir la caída en picado de nuestra economía– a todas luces no llega? Está visto que los españoles quieren un cambio. El problema es que los cambios pueden ser para mejor o para peor, y si se revierte el camino emprendido, como toda la oposición propone, volvemos al agujero». La solución que ha encontrado es la que podía esperarse de alguien como él: cambiar de guardia, pero no de rumbo. Dar paso a las nuevas generaciones del PP, sin enviar a casa a quienes le han ayudado a doblar el cabo de las tormentas. Re-generar en vez de rectificar. Pues ya no hay duda de que estamos ante un cambio de generaciones, como inició la Casa Real y he apuntado en alguna postal. «Tienes razón –me confirma un gran amigo–. Mi mujer y yo hemos votado al PP; nuestros tres hijos, a Ciudadanos». Lo malo es que hay quien quiere no regenerar el sistema, sino destruirlo. Y si hoy ocupan los ayuntamientos de las principales ciudades españolas, mañana pueden ocupar la presidencia del Gobierno, con la ayuda de un PSOE preso de su pulsación revolucionaria.

Esto no es hacer catastrofismo. Es abrir ojos y oídos a la realidad. Lo dicen ellos mismos. ¿Es lo que queremos los españoles? Pues adelante. Pero que nadie se llame luego a engaño ni eche la culpa a Rajoy, como es, vamos a usar la última gilipollez, el trend topic .

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