VIDAS EJEMPLARES

«El mundo ha cambiado»

Pero el debate político sigue en la era del Simca 1000

Luis Ventoso

«Los tiempos están cambiando», advertía Bob Dylan allá en 1964, cuando su voz nasal todavía no era un graznido y lo reverenciaban como profeta de la juventud (cetro absurdo, al que renunció con astucia, exagerando las secuelas de un accidente de moto).

El formidable Dylan no decía nada nuevo. Aunque cuesta percibir el cambio cuando lo tienes delante de tus narices, lo cierto es que los tiempos están cambiando constantemente. «El mundo ha cambiado y necesitamos cambiar con él». Esta vez la frase no es de ningún poeta airado. La ha dicho Stuart Gulliver, un ex de Oxford de 56 años, primer ejecutivo del mayor banco de Europa, el británico HSBC. En Gulliver no hay poesía, fue su manera de justificar que van a despedir a 25.000 empleados, el 10% de su plantilla global. Su plan es sencillo: ahorrar en personal para invertir más en Asia, en concreto en China. Y lo explica: «Asia se convertirá en el centro del comercio global en la próxima década».

HSBC ya había anunciado en abril que sopesa llevarse su cuartel general de Londres a Hong Kong. Lo argumentó alegando que no les gusta la creciente regulación y que les inquieta que el Reino Unido pueda salir de la UE. Pero la verdad es más sencilla: el 80% de sus beneficios vienen de Asia, no de una Europa que empieza a vivir de rentas y cuyo dulce declinar puede acabar muy mal.

Ese banco no es un alma pía. Acaba de verse envuelto en un escandalazo de evasión fiscal en Suiza y otro por manipulación de los tipos de cambio. También resulta desagradable que abominen de la regulación y aboguen por la barra libre, cuando todavía estamos pagando en la calle los desmanes bancarios que espolearon la crisis de 2008. Pero aunque la entidad no te guste, su diagnóstico es certero: Europa se desinfla en favor de Asia. Esa pugna va a decidir si nuestros hijos y nietos viven en una zona del planeta próspera o depauperada. Para triunfar en esa liza implacable no servirá crear micro-países de regusto folclórico y xenófobo (la solución de Mas), ni reciclajes post-comunistas que penalizan la cultura del esfuerzo (Podemos), ni pensar que España es una isla que puede contar con mayores servicios sociales del orbe sin cuadrar las cuentas ni atraer capital (Sánchez). Solo una Europa muy unida y con un enorme énfasis en la educación y el esfuerzo podría tener alguna oportunidad. Pero nuestros países se pierden en rancias ensoñaciones nacionalistas (qué ridículo error ese referéndum de Cameron sobre la UE), o abrazan populismos casi nihilistas, como el del amargo cómico Beppe Grillo en Italia.

En España, el nivel del debate político está por los suelos: que si Carmena baila con Carmona, que si Susana y Pedro se pisan los juanetes, que Pablo quiere mangonearlo todo sin haber ganado nada, María Dolores y Soraya no se tragan, a Ada no le pone cumplir las leyes, Rivera tiene más usos que una navaja suiza... Se habla de una metrópoli como Madrid, que tiene que ser la vanguardia de España, solo en el registro del chalaneo postelectoral. No existen declaraciones sobre el futuro económico y cultural de la capital del país. Entristece ver a una jueza de carrera discutible, con poco sentido de la realidad y que ni siquiera ha ganado las elecciones, pensando que la alcaldía de Madrid va de simpatías okupas y subvenciones incosteables.

«El mundo ha cambiado». Pero algunos siguen en la era del Simca 1000 y la peluca de Carrillo, haciendo el avestruz frente a una verdad insoslayable: las empresas, la iniciativa y el trabajo duro son lo que trae la prosperidad, y no catecismos añejos y tertulianismos de orinal y saco de dormir en el plató.

«El mundo ha cambiado»

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