HORIZONTE
Desprestigio autoinfligido
¿Es incompatible ser jugador de baloncesto y comprender que sorber y soplar al mismo tiempo es imposible?
«YO, David Cameron, juro por Dios Todopoderoso que seré leal y guardaré verdadera fidelidad a Su Majestad la Reina Isabel, sus herederos y sucesores según la Ley. Que Dios me ayude». Además de Cameron, otros 644 diputados británicos pronunciaron ese juramento el pasado mes de mayo cuando tomaron posesión de su escaño en la Cámara de los Comunes. Sólo hubo cinco que no lo hicieron, porque se niegan a guardar fidelidad a la Reina. ¿Quiénes son? Los amigos de Bildu y de ERC, que en el Reino Unido se presentan bajo el nombre de Sinn Feinn y son republicanos irlandeses. Los miembros de ese partido se niegan a hacer el juramento desde 1905. Y ¿qué ha pasado en todos esos Parlamentos habidos desde hace 110 años en los que unos diputados se negaban a efectuar el juramento requerido? Que no han podido tomar posesión de su escaño. Igualito que en España, donde, como debemos de saber de democracia parlamentaria más que los británicos, los amigos del Sinn Feinn llevan demasiados años haciendo del juramento a la hora de tomar posesión de su escaño en las Cortes lo que les place.
Afortunadamente, la Junta Electoral Central (JEC) anunció el pasado 24 de mayo una resolución que daba respuesta a una consulta realizada por el Ayuntamiento de Falset (nombre muy adecuado en el caso que nos ocupa) sobre la validez de una fórmula que la Asociación de Municipios por la Independencia ha pedido a los concejales electos que pronuncien en su toma de posesión del próximo sábado 13 de junio: «Por expresión democrática de la voluntad ciudadana, anuncio que quedo a disposición del nuevo Parlamento, del presidente y gobierno de la Generalidad de Cataluña que surja de las elecciones del 27 de septiembre del 2015, para ejercer la autodeterminación de nuestro pueblo y proclamar, junto con todas las instituciones, el Estado catalán, libre y soberano». Afortunadamente, la JEC dijo que eso carece de validez. Aunque me cabe la duda de si al fin en España se va a desposeer de su acta de concejal a quien se empeñe en soltar la parrafada.
A lo largo de los años se ha permitido saltarse la ley a quien ha querido hacerlo en materia identitaria. Y es evidente que uno tiene que poder reivindicar y ensalzar lo propio. Pero jamás a costa de lo de todos. En estos días tenemos un ejemplo que para mí llega al súmmum del desprestigio autoinfligido, que algunos quieren interpretar como generosa liberalidad. El pasado miércoles la Fundación Princesa de Asturias otorgaba su premio del Deporte a los hermanos Pau y Marc Gasol. Creo que los méritos deportivos de ambos están fuera de toda duda. Pero Marc se descolgaba al día siguiente con unas declaraciones comprensivas hacia la pitada que recibieron Don Felipe y el Himno Nacional en Barcelona en la final de la Copa del Rey. Es decir, Marc Gasol justifica el ataque a aquel por quien se creó el premio que él parece encantado de recibir. ¿Es incompatible ser jugador de baloncesto y comprender que sorber y soplar al mismo tiempo es imposible? Yo supongo que no lo es, pero como no parece que este hermano Gasol lo sepa, sería conveniente que la Fundación Princesa de Asturias encontrara una fórmula para impedir que reciba uno de sus premios quien apoya que se pite a quien le va a hacer entrega del galardón y al Himno Nacional de todos los españoles, incluso de Marc Gasol. Mal está tener que soportar pitidos injustificables. Pero quedarse nuestras instituciones impasibles mientras el Rey pasa de ser «apaleado» en el estadio a ser rebajado a la condición de «cornudo» por quien él mismo va a premiar parece una indignidad.