POSTALES

Xenofobia antiespañola

Tal dejación de funciones, falta de responsabilidad y cobardía exige una acción inmediata por parte del Gobierno

José María Carrascal

No hay peor ciego que el que no quiere ver, y esa «Comisión Estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte» no ha querido ver que el espectáculo en el Camp Nou fue exactamente eso: un despliegue cuidadosamente planeado y brillantemente ejecutado de xenofobia («odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros», Diccionario de la RAE) contra todos los españoles, incluidos los catalanes y vascos que se sienten también españoles, que son más que los que silbaban y desgañitaban contra sus símbolos, pero que se hallan amedrentados ante el avance impune de unos nacionalistas que se creen dueños no sólo de su territorio, sino también de cuantos viven en él. Con la rúbrica de la inmensa pancarta Jota ke irabazi arte (Dale duro hasta vencer) con que Eta solía –o suele, pues aún no se ha disuelto– terminar sus comunicados. Todo ello amparado en la cobardía –otro de los rasgos de Eta– del anonimato multitudinario y en la sonrisita sardónica de Artur Mas. Por no hablar de la ceguera y sordera del árbitro, que en su informe calificó de «normal» el comportamiento del público y no apreció «ningún» incidente. Claro que también escribió que el encuentro había tenido lugar en «San Mamés», lo que le incapacita incluso para ser portabalones.

Si la Federación Española de Fútbol ha multado y cerrado parcialmente por cuatro partidos el estadio del Sevilla por los incidentes en su grada Norte durante el encuentro contra el Athletic de Bilbao, obligándole a poner en ella un mensaje de condena a los actos violentos, racistas, xenófobos e intolerantes en el fútbol, no creo que sea exagerado, sino más bien benévolo, cerrar el Camp Nou y San Mamés por cuatro partidos, por la conducta de sus aficionados contra los ciudadanos de la nación donde se encuentran. Con la multa correspondiente y sin cobertura de televisón. Ya verían ustedes cómo los clubes se andarían con mucho más cuidado en adelante, pues donde más les duele –en realidad, el único lugar donde les duele- es en el bolsillo, que es el de sus directivos.

Lo que nos lleva al verdadero culpable de tan triste asunto: la Federación Española de Fútbol, y su ya casi eterno presidente Ángel María Villar. Una Federación que sabía lo que se estaba preparando, pero no hizo nada para evitarlo, que calló como una muerta cuando ocurrió, que echó el balón fuera (nunca mejor dicho) una vez ocurrido, dejándolo a los pies de la Comisión Antiviolencia, que a su vez se lo ha pasado a la Fiscalía. Tal dejación de funciones, falta de responsabilidad y cobardía exige una acción inmediata por parte del Gobierno, que no necesita acudir a la Justicia, al tratarse de un asunto administrativo: se destituye a esos señores y basta. Si la Justicia norteamericana, que los ha citado a declarar por los sobornos y corrupciones de la FIFA, no les echa antes el guante. A fin de cuentas, votaron por la continuación de Blatter, el capo de los capos, que si se pone a hablar no deja títere con cabeza.

Xenofobia antiespañola

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación