POSTALES
¿Encuestas o apuestas?
El pánico que veo en los manipuladores, algunos recogiendo velas, confirma mis sospechas
¿Puede llamarse encuestas a sondeos con entre un 30 y un 45 por ciento de los encuestados sin pronunciarse? ¿Puede decirse, como dicen, que «muestran una tendencia»? ¿Puede aventurarse que hay partidos que suben y otros que bajan? Yo diría que la única tendencia que muestran es que el partido ganador es el de los que llaman «indecisos» y que mucho apunta a que son quienes por una causa u otra no quieren dar su opinión a los encuestadores, probablemente por no fiarse de ellos, como empiezan a pensar un número creciente de españoles, vistos sus garrafales errores recientes.
¿Errores? Si lo son, son errores tan de bulto que despiertan sospechas. El pretender ofrecer resultados creíbles entrevistando por teléfono a unos cientos e incluso miles de españoles es como intentar pescar un tiburón con la caña de una escoba. Luego está lo que llaman «cocina», los arreglos posteriores que se hacen a las respuestas. Con la casualidad de que, al final, vienen a avalar la línea editorial del medio o partido que las ha encargado. Ya me he referido más de una vez a este turbio asunto. Pero es que últimamente apesta, al convertirse las encuestas en publicidad enmascarada de alguna de las formaciones o candidatos en liza, lo que es democráticamente inadmisible.
Todo eso que nos están contando de que la situación fluctúa, de que se mantiene el número de indecisos, de que la inestabilidad es la tónica, me parece una tomadura de pelo. Y me parece una tomadura de pelo porque los españoles no cambiamos tan volublemente de opinión. Nos cuesta cambiar, y a estas alturas la inmensa mayoría de nosotros sabemos qué vamos a hacer el próximo domingo. Lo que ocurre es que no lo queremos decir, por causas muy variadas, entre las que se cuenta, como apunté antes, el no fiarnos de los encuestadores. Podemos tener poca experiencia en democracia, pero tontos tampoco somos. Cabezotas, sí, bastante. Pero no hasta el punto de jugarnos nuestro futuro a una carta que ni siquiera se ha destapado. De ahí la mudez ante la demoscopia, que se aprovecha para manipular sus magros resultados. Y visto que desde la oposición se está llegando a la engañifa declarada, empiezo a pensar que están muertos de miedo. Que se dan cuenta de que han creado un monstruo de Rajoy que puede volverse contra ellos si resulta que sus resultados no son tan catastróficos como vienen anunciando a campana herida, que los españoles hemos aprendido a no fiarnos de los políticos, pero tampoco de los flamantes «institutos de opinión» ni de los periodistas que usan sus discutibles datos para crear «olas de opinión» que influyan en el resultado de las elecciones.
En fin, quedan sólo cuatro días para sacarnos de dudas. Pero el pánico que veo en los manipuladores, algunos recogiendo velas, confirma mis sospechas.