UNA RAYA EN EL AGUA
La buena ley
Ningún sistema electoral es perfecto. Agitar ese debate en vísperas de elecciones viene a ser una forma de cuestionarlas
Axioma número uno: las reglas del juego no se cambian en el curso de la partida. Axioma número dos: las leyes electorales sólo se modifican por consenso. Axioma número tres: ningún sistema electoral es perfecto. A partir de estos principios no es difícil concluir que el peor momento para plantear una reforma del procedimiento de elección de representantes es precisamente el de una campaña para elegirlos, que es cuando algunos dirigentes suelen acordarse de que el que hay no les gusta. Agitar ese debate en vísperas de ir a las urnas viene a ser una forma de cuestionarlas. Hacerlo además desde instituciones que no tienen competencia para modificar el marco vigente, como las autonomías, constituye un irresponsable enredo.
Susana Díaz y José Antonio Monago han reabierto la cuestión de manera inoportuna y hasta estrambótica. La primera se ha acordado del asunto cuando tiene dificultades para la investidura y el segundo plantea un extravagante referéndum que carece de sentido y de pertinencia. Ahora no toca. El día 24 se eligen ayuntamientos y asambleas territoriales y no procede sembrar dudas sobre la legitimidad de los resultados. Hace seis meses hubo un conato de iniciativa reformista al que el presidente Rajoy hubo de dar cajonazo porque la hora electoral estaba demasiado cercana. Si entonces parecía una idea improcedente ahora es descabellada.
Las próximas elecciones van a dar lugar a un espectáculo de mercado negro de la política. El mismo que se produce cada cuatro años desde 1979. Tiempo ha habido de acordarse, y tiempo habrá. Pero estos ayuntamientos y estas autonomías se van a configurar con la ley existente y lo último que conviene es rodear de sospecha una ceremonia democrática. Sobre todo si las reticencias provienen de los problemas de cada cual para solventar sus propios intereses.
Italia acaba de aprobar una reforma de su sistema electoral… basado en el español que cuestionamos los españoles. En busca de más estabilidad Renzi le ha añadido una prima mayoritaria según el criterio anglosajón de «the winner takes it all»: el ganador se lo lleva todo. Es un método tan bueno o tan malo como todos los demás; la principal virtud de un reglamento es que esté aceptado por todos los participantes. Y si se cambia ha de ser con el mismo grado de acuerdo.
Se puede y se debe discutir. Listas abiertas o desbloqueadas, circunscripciones uninominales, doble vuelta, premio al más votado… Hay que partir sin embargo de la conciencia de que algunas propuestas afectan a disposiciones constitucionales y de que en España, monarquía parlamentaria, no existe el sistema presidencialista. Lo que haya que hablar, háblese fuera de la pasión de la contienda inmediata. La base es simple: lo mejor no es lo que beneficie a más, sino lo que perjudique a menos. Se llama generosidad y respeto a las minorías. Y es incompatible con las urgencias de poder.