HACIENDO AMIGOS

«Albert Iglesias»

De un personaje quemado como Monedero han hecho un caso de disidencia política, un idealista, un activo moral

Izaki Ezkerra

No sabría decir si la despedida de Monedero beneficia electoralmente a Podemos. Lo que sí creo es que Pablo Iglesias piensa que sí y que dicha salida se ha diseñado para eso. Su adiós a Juanqui ha sido demasiado dulce y tierno como para no esconder un acuerdo táctico entre ambos. Si realmente pensara que le hace daño, se le habría escapado alguna mueca tensa, algún desairado perdigón retórico por más que hubiera descartado usar contra él la artillería pesada. Si pensara que esa «huida» le perjudica, tan misteriosa ausencia de mala leche en la reacción del «podémico» líder sólo podría interpretarse como una muestra de santidad insólita en la política española o como una magistral lección de hipocresía y autocontrol que sería como para ponernos los pelos de punta. Un tipo que se controlara así sería capaz de cualquier cosa. De momento, creo que podemos estar tranquilos y que no ha surgido semejante espécimen, sino simplemente un maniobrero táctico que ha hecho de la necesidad virtud. Del embarazoso trago de quitarse un lastre de encima, un monedero indiscreto por el que asomaban demasiados billetes, un personaje quemado, en fin, por sus turbios manejos económicos con la Venezuela de Maduro y la Hacienda de Locomontoro, ha conseguido hacer una cuestión ideológica, un caso medianamente creíble de disidencia política, un idealista que «necesita volar», un activo moral en definitiva. Y nosotros hemos entrado al trapo. Nos hemos tragado ese anzuelo identificando a un pícaro pomposo con el Trotsky depurado por el estalinismo, con lo cual hemos atribuido a esa mala moneda una poesía que no se merece. Hay una diferencia entre librarse de alguien porque tiene un poder carismático, como Trotsky, y librarse de alguien porque es una patata caliente. ¿De veras les daña este numerito?

La crítica ideológica de Monedero a Podemos, que hemos dado por sincera, aleja, por un lado, el foco de la corrupción de su persona y sirve, por otro, para atenuar el perfil radical de dicha formación, sin perder su magia como opción de castigo al partido gobernante. Sirve para certificar solemnemente el abandono del bolivarismo ultramontano y una falsa deriva hacia la moderación de la que ya había dado suficientes indicios. Tal posibilidad debe considerarse, por lo menos. ¿Tan disparatada es la tesis de que, ante el auge de Ciudadanos, Podemos quiera ofrecer un «look» civilizado que no dé miedo a la derecha descontenta? ¿No será que Pablo Iglesias quiere ser Albert Rivera y le ha pedido a su amigo que le lave la cara de tintes antisistema? ¿No será que dice la verdad cuando afirma que Juanqui será más útil a la causa desde fuera? ¿No está siendo ya más útil provocando este falso debate? El mayor favor que le podemos hacer a Podemos es decir que ya no es el mismo y que ha moderado su discurso; que ha aterrizado en la realidad y que, en efecto, «ya es como todos». Éste es el mensaje subliminal. Y no. No es como los demás partidos. ¡A otro perro con ese hueso!

«Albert Iglesias»

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación