POSTALES

Una heroína imprevista

La única que parece haber reaccionado es Toya Graham, que se llevó a guantazos a su hijo, envuelto en los disturbios

José María Carrascal

ESTÁ visto que la cuestión racial sigue siendo el problema número uno, número dos y número tres norteamericano, pues si no resuelves la convivencia dentro de casa, ¿cómo vas a resolver la del mundo? Creía habérselo resuelto con la elección de Obama como presidente, a fin de cuenta es negro, afroamericano como ahora es políticamente correcto llamarlos, pese a ser su madre blanca, pero aquí basta tener una gota de sangre de color para ser totalmente de color, lo que advierte de la profundidad del problema. Pero resulta que no es así, que sigue habiendo diferencias abismales entre ambas comunidades y vuelven a arder barrios enteros de ciudades, como cuando llegué a EE.UU. hace medio siglo. El último, como saben, en Baltimore, como antes en Ferguson y otras ciudades, pudiendo ocurrir en cualquier lugar y en cualquier momento.

Lo que ya no sé es si saben que la alcaldesa de Baltimore es también de color, Stephanie Rawling-Blake, que a su vez puso al frente de la Policía local a otro de la misma raza. Pero está visto que colocando afroamericanos en los puestos más altos no se soluciona el problema, porque el problema está en las capas más bajas. Los chicos de color abandonan la escuela mucho antes, van a la cárcel antes y mueren bastante antes que los demás, la mayoría de muerte violenta, algunos a manos, o pistolas, de la Policía, que cuanto más al sur se va, más blanca es. La pobre Stephanie está pasando los peores días de su vida, y, desesperada, dijo ente las cámaras que los causantes de los incendios eran «thougs», matones, gamberros, de lo que se ha tenido que retractar ante la reacción de su comunidad. También Obama se ha creído obligado a intervenir diciendo que «cuando alguien coge una barra de hierro y se dedica a descerrajar persianas de comercios para llevarse lo que hay dentro no está protestando, no está haciendo una declaración política, está robando». No sé si también tendrá que rectificar, tan compleja, tan confusa es la situación. Pues culpas hay para todos, como dice Nicholas Kristof hoy en el New York Times: «Los conservadores han excusado a veces demasiado pronto la violencia policial, y los liberales, la violencia de los manifestantes».

La única que parece haber reaccionado como debía es Toya Graham, que se llevó a guantazos a su hijo, envuelto en los disturbios. Confirmándonos la tesis que ya expuso hace medio siglo D. P. Moyniham de que «el problema racial es el problema de la destrucción de la familia negra. Una familia donde falta el padre, donde la madre tiene que traer el pan a casa, criar y educar a sus hijos, demasiado para cualquier humano, por lo que crecen en la calle sin educación, sin disciplina, sin respeto a nada ni a nadie». Y mueren antes, naturalmente.

Así, Toya Graham es la única heroína en una tragedia que dura ya demasiado para la primera potencia del mundo y para cualquier otro país.

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