EL ÁNGULO OSCURO

Los lobos pastores

Los gobernantes se convierten en lobos que sangran a las ovejas, para que su sacrificio sea agradable al Dinero

Juan Manuel de Prada

Escandaletes como el de Rodrigo Rato, que tiene a la gente haciéndose cruces (o aspavientos y jeribeques, que para eso la gente es cada vez más laica, coño), sólo sirven en las sociedades lobotomizadas para azuzar la demogresca. Y así, desde el negociado de izquierdas, dirán a la gente que el negociado de derechas encumbra ladrones; para que, desde el negociado de derechas, respondan que en el negociado de izquierdas no pueden encumbrarlos porque son tantos que prefieren que roben en comandita, como ocurre en Andalucía. Y toda esta cháchara para ocultar el hecho gigantesco y sobrecogedor de que hoy quienes cuidan del rebaño no son pastores, sino lobos dedicados a ordeñar y morder a las ovejas, hasta dejarlas como higos pasos.

Escribía en algún lugar Castellani que la misión de los gobiernos es combatir como leones el poder del dinero, hasta domeñarlo, vencerlo y ponerlo de hinojos. Para combatir el poder del Dinero, en efecto, los pueblos elegían a unos pocos hombres dispuestos incluso al martirio con tal de proteger a quienes los habían elegido, como pastores dispuestos a sufrir las dentelladas del lobo con tal de evitárselas a sus ovejas. En esta época del demonio, se ha invertido por completo el sentido de la representación política: los pueblos eligen como rebaños lobotomizados a unos tipos al servicio del Dinero que están dispuestos a martirizarlos sin que les tiemble el pulso para servir mejor a su amo, que luego generosamente los obsequia con sinecuras diversas y poltronas en consejos de administración o, si el servidor del Dinero se ha mostrado especialmente eficaz, con algún archipampanato en las más encumbradas jerarquías plutónicas del Nuevo Orden Mundial (y aquí empleamos «plutónico» en el doble sentido de la palabra, alusivo a las riquezas pero también al Averno). De este modo, los gobernantes, en lugar de ser pastores, se convierten en lobos que sangran a las ovejas, para que su sacrificio sea agradable al Dinero.

Así es como funciona el invento; y al rebaño lobotomizado, mientras lo sangran, le echan en la cochiquera derechos de bragueta y conexión wifi, para que se refocile libremente y se desahogue más libremente todavía en las redes sociales, mientras el Dinero se dedica a ejercer, con la ayuda inestimable de los lobos convertidos en pastores, la única libertad en la que de verdad está interesado, que es la de amontonarse en manos de unos pocos, a la vez que premia a los esbirros que lo facilitan con pedanías o archipampanatos, según la calidad del esbirro. Escandaletes como el de Rato (que, por justicia poética, coincide en el tiempo con el de los latrocinios andaluces) vuelven a demostrarnos que los partidos políticos (como los propios Estados que usufructúan) son estructuras que, desde su hormiguero de truhanes pedáneos hasta su pináculo de truhanes archipampanantes, no tienen otra misión sino servir al Dinero, alimentándolo con la sangre de los pueblos, a la sazón convertidos en hordas mediante la exaltación de sus vicios. Pero también en exaltar los vicios y en reprimir las virtudes consiste la misión de los gobernantes al servicio del Dinero.

Escandaletes como el de Rato, o como el de los latrocinios andaluces, siempre sirven para que alguien nos repita como un lorito que… ¡también hay políticos honrados! Naturalmente. Pero estos loritos pretenden infundir en las ovejas la ilusión de que los lobos que las pastorean surgen como malformaciones de un sistema que está sano; cuando lo cierto es que los pastores abnegados son excepciones heroicas de un sistema podrido y vendido al Dinero.

Los lobos pastores

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