PECADOS CAPITALES
La izquierda que no juega a los tronos
¿Qué diferencia hay entre García Montero y Tania Sánchez? La educación democrática, solo eso
Está de moda hablar de la política del 78. Pero casi siempre para leerle la cartilla. Hemos concedido que está acabada, desfasada y poco tiene que enseñarnos a los listos de la democracia twittera que convertimos en reo a cualquiera que no piense como nosotros. Bastaba, durante aquellos años noventa, que la luz blanca del Congreso se apagara y los taquígrafos se fueran a casa a cenar para que el lobo político escondiera los dientes. Las más encarnizadas batallas dialécticas se convertían en charlas distendidas de café o de pincho de tortilla. Entre políticos de distintas siglas y de estos con periodistas, una suerte de clima de «buen rollo» y respeto envolvía las conversaciones, por muy tensas que fueran. Sin que aquel «fair play» deba confundirse con un encuentro de ursulinas, sí había un intangible de elegante consideración al que opinaba cosa distinta.
Los políticos y los periodistas se miraban con respeto. La primera democracia había alumbrado responsables institucionales de nivel, que habían despreciado suculentos despachos de abogados para dedicarse a algo tan demodé en esta hora como el servicio público. Para un político de IU ser entrevistado por un periodista de ABC era algo parecido a que le tocara la lotería. Había objetivos comunes, bienes transversales que obligaban a trascender a las coyunturas políticas o informativas. Hoy, como cualquier conquista es frágil, aquel modelo está finiquitado.
Las miriadas de jóvenes populistas, radicales en su ideología pero bien débiles en su pensamiento, tienen dos tamices con los que calibrar a un interlocutor: o la adhesión inquebrantable o el desprecio personal. ¿Qué diferencia hay entre Luis García Montero y Tania Sánchez, además de que uno es candidato de IU y otra lo dejó de ser por voluntad propia? La educación. Nada más y nada menos. El poeta granadino, nada sospechoso de tibieza ideológica, cree en la democracia y por tanto respeta que alguien pueda disentir de él y eso no le invalida para la conversación con quien está en sus antípodas. Lo mismo que ocurre con representanes de la izquierda como Ángel Pérez, Gregorio Gordo o Cayo Lara, con quienes es posible hablar y consensuar más allá de lo imaginable. O no. Desde que nuestro sistema de convivencia depende de 1.200 encuestas telefónicas, representantes de esa pseudodemocracia televisiva se han convertido en ángeles exterminadores de la cortesía parlamentaria e institucional. Políticos como Tania Sánchez, Íñigo Errejón o Alberto Garzón han hecho del sectarismo un nuevo código de conducta. Si tú no eres de los míos, no existes. Si no compartes el sentimiento trágico de la vida y de España, si no vives la cultura desolada que a mí me conviene airear para traducirla en papeletas, sobras. Por eso se echa de menos la educación democrática que no se aprende viendo «Juego de Tronos».