horizonte
Buscando culpables
En la espeluznante rueda de prensa del pasado jueves en Granada faltó una cosa: reconocer algún error propio
Ya nunca tenemos la culpa de nada. Siempre hay alguien a quien podemos endosar nuestras responsabilidades. Tendemos a buscar siempre una justificación para lo que hicimos mal porque resulta muy difícil reconocer un error. En la última semana esto se ha puesto de manifiesto sobremanera con la tragedia de los espeleólogos españoles en Marruecos.
En la espeluznante rueda de prensa de Juan Bolívar el pasado jueves en Granada faltó una cosa: reconocer algún error propio. Quizá escogieron la ruta inadecuada, o no se hizo la escalada de forma correcta. Pero, lo que es más importante: se escogió para una aventura de alto riesgo una región de un país sin medios adecuados de rescate. Esa decisión correspondió exclusivamente a los espeleólogos españoles. Ellos quisieron ir a aquel cañón del Atlas. Y contaban con que, como en España, si tenían algún problema ya vendrían a buscarlos. Cabe suponer que desconocían la falta de medios de sus colegas de la Gendarmería marroquí. Pero cuando puedes jugarte la vida, conviene saber qué elementos de riesgo corres. Y en este caso todo parece indicar que no se enteraron. Porque si sabían cuáles eran las posibilidades de socorro que tenían en un país en el que ese deporte se practica poco y aún así decidieron ir adelante con su expedición, la cosa sería todavía peor.
Es evidente que los medios de los que dispuso la Gendarmería marroquí para el rescate fueron totalmente insuficientes. Y es difícil asumir que no aceptaran la ayuda española desde el primer minuto. Máxime cuando S. M. el Rey telefoneó personalmente a Mohamed VI pidiéndole que recibiesen la ayuda de las autoridades españolas. Eso debe ser criticado con firmeza. Pero antes de hacer una expedición así hay que saber si es fácil recibir ese tipo de ayuda. Y sabemos todos la sensibilidad que demuestra Marruecos ante la presencia de ningún tipo de Policía extraña en su territorio. Eso será todo lo criticable que se quiera, pero por eso Marruecos es Marruecos y España es España.
Es evidente que declaraciones de miembros del Gobierno hablando de «disfunciones» en el rescate no han ayudado a dar paz a las familias. Intentar izar a mano a un malherido por aquel barranco debe ser algo que se hace ante la desesperación de quienes intentaban rescatar a quien corría peligro de morir. Se intentó suplir insuficiencia de medios por la fuerza bruta, pero incluso ésta alcanza hasta donde alcanza. Y seguro que esos gendarmes, sabiendo que corrían ese riesgo, hicieron lo que pudieron. Pero la escalofriante escena imaginada de la camilla cayendo por el precipicio no se compadece con el término «disfunciones» aunque técnicamente pudo haber algo de eso.
En estos días he recordado aquella buena iniciativa de la Generalitat de Jordi Pujol de enviar (a título informativo) la factura en la que habían incurrido los alpinistas y aficionados a pasear por la montaña que se perdían en los Pirineos y debían ser rescatados. Hubo muchas críticas a Pujol, al que se acusó, tópicamente, de pesetero. Al menos España es un país con un nivel de vida como para practicar deportes de riesgo como éste y tener equipos especializado en los rescates de los deportistas accidentados. Pero basta darse una vuelta por Marraquech o Casablanca para tener la certeza de que los recursos policiales de un país como Marruecos no están destinados a atender los deportes de riesgo de turistas extranjeros. Un tipo de turismo que en esa meca vacacional del Occidente mediterráneo, no se fomenta.
Qué difícil es escribir algunos artículos.