horizonte

Herrera

Este hombre, que todavía se viste por los pies, se ha despedido «sin hacer ruido», al son de Yves Montand y su Les feuilles mortes

Ramón Pérez-Maura

AQUEL 8 de noviembre de 2000 en el restaurante Il Sole de Miami, Carlos Herrera Crusset era un hombre en proceso de recuperación del trauma que representa sobrevivir a un atentado de ETA. Él había tomado refugio en la Florida y por otro tipo de amenazas vitales yo pasaba con frecuencia por Miami, lo que permitió que nos conociésemos en un restaurante italiano que él escogió –y del que espero que se haya avergonzado siempre. Tuvimos ocasiones de compartir habanos y ron en diferentes veladas a lo largo de medio año. Conocí a un hombre de unos valores similares a los míos, con una idea muy clara del tipo de radio que quería hacer en España, lleno de orgullo por haber empezado entonces a escribir en ABC y con unas desbordantes ganas de disfrutar de todos los placeres que la Providencia nos ha concedido en esta vida.

El retorno de Carlos Herrera a la radio en España, en septiembre de 2001, coincidió con los atentados del 11-S y el arranque de un siglo entre puertas de fuego. Tengo la impresión de que Herrera, que lleva años haciendo la radio que quiere, porque puede permitírselo, ha llegado a un punto en que se veía incapaz de trabajar en un proyecto empresarial en el que había una cadena de televisión de izquierda populista, hacedora de Podemos, y una cadena de derecha timorata, con informativos llenos de sucesos y sin tertulias políticas que hicieran contrapeso a las de su cadena hermana. Una empresa en la que se diseña una programación radiofónica para ubicar a la emisora en tierra de nadie. Y, así, por la mañana Herrera creaba un pilar que por la tarde era desmontado por quien intentaba generar un pilar diferente. Y llegado el fin de semana se dinamitaba todo lo hecho durante la semana y se daba batalla en otro campo diferente. Hay quien quiere llamar a eso pluralidad. Enhorabuena por ser tan políticamente correctos. A mí, más que el lenguaje de la corrección política me gusta emplear el científico: eso era el ejército de Pancho Villa.

Este hombre, que todavía se viste por los pies, se ha despedido «sin hacer ruido» de la empresa en la que ha trabajado quince años. Con elegancia inigualable, al son de Yves Montand y su Les feuilles mortes. Como habría trabajado hasta el último día de su contrato, el 30 de junio, si le hubieran dejado. No como otros, que cuando les llegó la hora de abandonar programas de éxito para emprender nuevas iniciativas, dedicaron sus últimos meses en el micrófono cesante a arremeter contra quien les pagaba el sueldo.

Parece ser que escucha Herrera cantos de sirena americanos. Pero no ya de Florida, sino de California. Tengo para mí que Herrera se plantea este nuevo ciclo como «Indiana Jones y la última cruzada» y por ello va aceptar ahora unas conversaciones que pueden ser como unos «Encuentros en la tercera fase»: por más cariño que le diesen en California, Herrera se sentiría como «E. T.». Allí no hay Feria, ni Rocío, la manzanilla llevada hasta esos lares se remonta y… Y aquello está apartadísimo del Bajo de Guía y Casa Bigote. Así que sospecho que el sueño de «Salvar al soldado Ryan» le va a durar poco y cuando expire el contrato en vigor con Onda Cero Carlos Herrera empezará un nuevo ciclo de su vida profesional haciendo lo que consigue ejecutar mejor que nadie: combinar información con opinión, hacer críticas durísimas con un tono amable, nunca desabrido. Jamás insultando: llamar «tonto» a un tonto no es insultar. Es sólo describir sin hacer sangre.

Gracias, maestro, por aportar tu grano de arena para hacer de España, cada día, un país una mijita mejor.

Herrera

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