HORIZONTE

La opción militar en Brasil

«La alternativa a un mal gobierno democrático no es una dictadura; es un buen gobierno democrático»

Ramón Pérez-Maura

Aquel 23 de julio de 2002 me tocaba debatir en Lima sobre «Transiciones democráticas». La Fundación Euroamérica, la criatura predilecta de aquella gran emprendedora que fue Flora Peña, había organizado un foro de encuentro entre la UE y Perú. Y para hablar de transición tenía enfrente a Valentín Paniagua, que menos de dos años antes había asumido la Presidencia de la República tras la fuga al Japón de aquel delincuente llamado Alberto Fujimori. Y justo un año antes, el 28 de julio de 2001 había cedido el poder a Alejandro Toledo. En ese contexto latinoamericano de presidentes elegidos democráticamente y que amparan una corrupción inconmensurable, Paniagua me hizo una advertencia que hoy cobra todo su sentido a la luz de lo que vimos el domingo en las calles de Brasil: «La alternativa a un mal gobierno democrático, no es una dictadura; ni militar ni civil. La alternativa a un mal gobierno democrático es un buen gobierno democrático». Parece una verdad de Perogrullo. Pero a veces una obviedad deja de serlo a la luz de los acontecimientos.

Este domingo los brasileños salieron a la calle hastiados por la corrupción consentida por doce años de gobierno del Partido de los Trabajadores. Indecencia que ha llevado al saqueo de Petrobras a beneficio de los amigos del poder. Y como bien narraba ayer Verónica Goyzueta en ABC –otros diarios no lo creyeron relevante–, se multiplicaban las pancartas pidiendo la vuelta de la dictadura militar que Brasil tuvo durante lustros. En puridad, lo que la izquierda de Lula y Rousseff ha hecho con Petrobras se parece bastante a lo que Chávez y Maduro han hecho con Pedevesa, convertida en un surtidor de dólares para los amigos. Sólo que en el caso venezolano han de ser amigos ideológicos y en el brasileño pueden serlo sólo de cohechos. Y el contrapunto añadido –y fundamental– es que ni Lula ni Rouseff han intentado desmontar la democracia brasileña, a diferencia de lo ocurrido en Venezuela. Por eso puede haber una divergencia tan grande en ambos países: frente a la corrupción de Brasil hay quien pide la dictadura porque la ven como una alternativa a la democracia corrupta. Pero a nadie en Venezuela se le ocurre pedir una dictadura como alternativa, porque dictadura es lo que ya tienen. Quien encarna la corrupción a mansalva es el régimen totalitario que sólo es visto como democracia por quien quiere negar la evidencia.

La gravedad de la situación en Brasil es evidente. Y, lo que es peor, recuerden que es un país en el que las inversiones españolas son enormes, empezando por firmas como Santander y Telefónica. Y esta izquierda tan moderada y ejemplar que encarnan Lula y Rousseff ha logrado la mayor concentración política de la historia de Brasil. Y muchos de ellos fueron a manifestarse para pedir una dictadura... En pleno siglo XXI.

La opción militar en Brasil

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