LLUVIA ÁCIDA

Estas cloacas

Véanse las cuentas suizas del alcalde de Barcelona, de las que nada más se supo

David Gistau

Atendiendo a una exigencia social y a una voluntad regeneradora más cosmética que verdadera, el Estado desató una guerra contra la corrupción. Bien está, que diría Arcadi. Pero esta guerra sufre dos graves inconvenientes: la autoindulgencia cuando la corrupción afecta al propio partido que gobierna (lo mismo en el ámbito nacional que en los autonómicos) y la oportunidad que el Estado ha visto para liquidar adversarios políticos con la coartada de la limpieza. Esto último nos remite a las campañas de desacreditación y al tráfico subterráneo de dosieres que algunos petulantes llaman periodismo de investigación.

La entrada clandestina en política de los aparatos del Estado, coordinados por algún remedo venido a menos de Fouché que esta vez no es Rubalcaba, ha alcanzado su esplendor en la reacción al independentismo catalán. En la superficie, el Estado parecía paralizado, incapaz hasta de armar un discurso. Pero en profundidad de periscopio no cesaban los periodistas de acudir a cafeterías de las que salían con una carpeta disimulada dentro de un periódico, suponiendo que eso aún se haga de este modo tan artesanal. Las carpetas no contenían forzosamente datos amañados, a veces los presuntos delitos eran verdaderos. Como en el caso del clan Pujol, cuya causa general coincidente con un interés político es tan escandalosa como la imnunidad concedida durante tres décadas por otro interés político diferente. También ha habido patinazos y difamaciones en lo que concierne a algunos de los políticos nacionalistas cuya reputación se ordenó destruir. Véanse las cuentas suizas del alcalde de Barcelona, de las que nada más se supo. Este caso es paradigmático. El periódico que lideró la información, «El Mundo», hizo las menciones litúrgicas a la verdad y el compromiso periodístico, las habituales. Agregó la referencia a la UDEF, pues la palabra UDEF se ha convertido en un salvoconducto que redime las informaciones endebles. Oiga, esto sale de la UDEF, Elvis vive. Cuando se desmoronó el «scoop», el director del periódico terminó de aliviarse identificando la fuente, que era el Ministerio del Interior según él mismo dijo en un editorial y en un programa televisivo, lo cual fue útil como prueba de las profundidades morales a las que el Estado había descendido para hacer política por otros medios.

Con esto llegamos a Ignacio González. Otra vez las muletillas de la verdad, el compromiso y la UDEF. Sólo que esta vez al tipo se lo han cargado. Lo de González resulta aún más inquietante porque sugiere que este Gobierno se ha acostumbrado tanto a usar los instrumentos sórdidos del Estado que ya recurre a ellos hasta para solucionar procesos internos de elección de candidatos. Cuando lo haces contra independentistas, siempre puedes alegar que es una emergencia nacional, que el CNI está para garantizar la unidad territorial, qué sé yo. ¿Pero cuál es la excusa cuando lo único que hay en juego es el control de un partido y la liquidación de un estorbo?

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