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¿Quién ganó?

El duelo terminó en tablas, con las espadas en alto. Predecir lo que ocurrirá dentro de diez meses son ganas de engañar

ES la pregunta que se hace todo el mundo tras el encendido debate. Y resulta que no lo ganó nadie. O que lo ganaron los dos. No lo ganó Rajoy ni lo ganó Sánchez porque ninguno de ellos logró dejar K.O. a su contrincante, que era lo que buscaban. Pero lo ganaron ambos porque alcanzaron su principal objetivo: satisfacer a sus respectivas parroquias. O, más exactamente, al segmento de sus seguidores insatisfechos con ellos. Sánchez, a los socialistas dispuestos a irse con Podemos, vista su poca pegada. Rajoy, a los peperos que iban a quedarse en casa el día de las elecciones, o incluso votar a Ciudadanos por haber traicionado los principios de su partido. Conscientes de ello, uno y otro adoptaron una retórica beligerante y una línea ideológica contundente. ¿Y qué hay del centro donde, según usted, se ganan las elecciones?, me preguntarán. Estamos en el principio de la carrera electoral, responderé, cuando lo importante es cubrirse las espaldas. La conquista del centro vendrá luego, cuando consigan cerrar sus filas. Si lo consiguen.

Que las sombras de Iglesias y Rivera vagaron por el Congreso durante el debate, radicalizándolo, no ofrece la menor duda. E incluso fuera, con declaraciones muy de acuerdo con sus temperamentos. Rivera, cordial, ofreciéndose «para todo». Iglesias, truculento, reclamando para sí la primogenitura de la izquierda, pasando por encima de Sánchez y desafiando a Rajoy a un mano a mano televisivo. También él tiene miedo. Miedo a que el tiempo descubra lo que son: una izquierda radical con cadáveres en el armario.

El duelo terminó así en tablas, con las espadas en alto. Predecir lo que ocurrirá dentro de diez meses son ganas de engañar o engañarse. Son los acontecimientos, no los discursos, los que tejen la historia. Y los acontecimientos llevan un ritmo endiablado, con cambios de escenario no ya cada mes, sino cada semana. ¿Quién iba a decirnos hace diez meses que los Pujol insultarían al pueblo catalán al identificarse con él? ¿O que Podemos superaría al PSOE en intención de voto? Pues tales o mayores sorpresas nos esperan dentro de otros diez meses.

Todo va a depender de si se cumple el anuncio de Rajoy de que la recuperación se consolidará o se desinflará como la burbuja inmobiliaria. De si los españoles de a pie notan la mejoría o no la notan. Dicho a la inversa: de si continúa su cabreo o ha disminuido a niveles normales. Porque cabreados los ha habido siempre en España, con razón o sin ella. La clave estará en si siguen siendo mayoría, como lo son hoy en forma de voto de protesta contra los hasta ahora dos grandes partidos. Y eso no lo sabe nadie. Pero creo detectar en todo el arco de la oposición, desde Podemos a los nacionalistas, algo que hasta ahora no veía: que Rajoy pueda salirse con la suya.

O sea, miedo cerval. Justificado.

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