PECADOS CAPITALES

Sánchez e Iglesias, solo quedará uno

El líder del PSOE hablaba y hablaba ayer en un acto de Gabilondo para que Podemos no le comiera el bocadillo en la tele

Mayte Alcaraz

Ayer el Madrid político tenía echada la tarde a perros; es decir, a alimentarse de la ropa vieja con los restos del rifirrafe Rajoy-Sánchez del martes. Por eso, la izquierda parlamentaria y la demoscópica, empeñadas ambas en que solo quede una, se contraprogramaron para servir un plato más reciente que el del recuelo del Congreso. A las siete comenzó el espectáculo: Pedro Sánchez, con la excusa de presentar a Gabilondo (aunque creo que era Gabilondo quien le presentaba a él), se montó un acto en un polideportivo de la ONCE, bien cuidado y mejor iluminado, y con un ojo puesto en su verdadero enemigo (lo del presidente ayer era pura impostura), que a esa misma hora se autotitulaba jefe de la oposición y daba la réplica a Rajoy en el Círculo de Bellas Artes.

El líder socialista coronaba así su semana fantástica: tras haber roto de un gancho el colmillo más retorcido del socialismo (el de Tomás Gómez) se venía arriba anteayer cuando sacaba de sus casillas a Rajoy al llamarle cosa tan nimia, a ojos de algunos opinadores indignados, como ladrón, ventajista y corrupto. Alguien avisó al PSOE de que Podemos quería ningunearle con un acto público alternativo al debate para contestar solo al presidente del Gobierno, colocando al exultante Sánchez en el papel de hombre invisible de la política española, lo que enfureció a Ferraz.

El líder del PSOE sacó músculo sentando a cientos de cargos del enfrentado socialismo madrileño para demostrar que él crea las heridas pero también le aplica el betadine. Los maledicentes interpretaron que en los abrazos del candidato Carmona tan solo había cambiado el receptor: Tomás Gómez por Ángel Gabilondo. La intensidad del efusivo gesto parecía la misma. Sánchez sostuvo su intervención para conseguir una pantalla partida en La Sexta con Iglesias, quizá conocedor de que si daba paso a Gabilondo el interés se reduciría. El «taming» de ayer dejó bien a las claras el nerviosismo que acecha a los socialistas por mucho que nos hagan creer que el enemigo es la derecha. Rajoy se lo recordó el martes: «Usted en quien está pensando no es en mí, sino en el señor Iglesias». Ayer el PSOE lo demostró con creces.

Y Pablo Iglesias devolvió el debate que discurría por los cauces institucionales, como mandan los países serios, a los círculos de Podemos, donde todo es superguay, megachupi y chupilerendi. Erigido en jefe de la oposición, se atrincheró tras cientos de datos, con una escenografía parecida a la de la tribuna parlamentaria, para hablar de tú a tú al presidente del Gobierno. Para su desgracia, y a pesar de las colas de gente que rodearon el Círculo de Bellas Artes para escucharle, el único que le concedió esa carta de naturaleza de segunda fuerza política es el PSOE. Lo que la soberanía nacional no le ha otorgado se lo regaló ayer Pedro Sánchez.

Sánchez e Iglesias, solo quedará uno

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación