HORIZONTE

Ponga un estadista en su vida

Vuelve la moda de los embajadores que regalan libros panegíricos sobre su presidente, como hacían con Kim il-Sung

Ramón Pérez Maura

TODO está inventado. En julio de 1994 la embajada de la República Popular de Corea ante la Organización Mundial del Turismo -cuya sede está en Madrid- repartía entre los medios de comunicación españoles un inconmensurable panfleto necrológico de Kim il-Sung. «Toda nuestra clase obrera, todos nuestros campesinos cooperadores, todos los oficiales y soldado de nuestro Ejército Popular, todos nuestros intelectuales, todos nuestros jóvenes y nuestros alumnos, el comité central del Partido del Trabajo de Corea, la comisión central militar del PTC, la comisión de defensa nacional, el comité popular central y el consejo ejecutivo de la República Popular Democrática de Corea anuncian con el más doloroso sentimiento a todo el pueblo del país entero que el camarada Kim il-Sung, Gran Líder, secretario general del comité central del Partido del Trabajo de Corea y presidente de la República Popular Democrática de Corea, ha fallecido a las dos horas del 8 de julio de 1994 a causa de una repentina enfermedad. Nuestro Respetado Líder-Padre Afectuoso, que militó sin descanso y dinámicamente hasta el último momento de su vida para el desarrollo y prosperidad de la patria, la felicidad del pueblo, la reunificación del país y la emancipación del mundo, consagrando su vida a la emancipación de las masas, nos ha dejado en medio de nuestra mayor aflicción», arrancaba el texto.

Siguiendo el modelo coreano, en 1995 recibía de la Embajada de Siria la hagiografía «Hafez al-Assad, la trayectoria de un combatiente», obra de Lucien Bitterin publicada –significativamente– por «Las ediciones del jaguar». El libro eleva a los altares al autor de la matanza de Hama. Claro que, comparado con su hijo y heredero, se queda corto en las virtudes que canta del difunto Assad.

Hay otros ejemplos de embajadores que se esfuerzan por encumbrar a sus presidentes, pero a todos ha superado el actual legado colombiano en Madrid, Fernando Carrillo, que esta Navidad ha obsequiado a relevantes personalidades de nuestra vida pública –a los periodistas no, claro– con el panegírico «La estirpe de los Santos. De la libertad de la patria a la Paz para Colombia», lujosa obra de gran formato con presentación del presidente Santos, introducción del propio embajador Carrillo, treinta páginas dedicadas a la estirpe de los Santos y cien páginas consagradas al Santos con el que nos ha regalado esa estirpe. El trabajo es obra de Jorge Enrique Reyes Parra, un funcionario que ha hecho una investigación tan minuciosa que ha conseguido encontrar fotos del presidente Santos haciendo la Primera Comunión, jugando al golf con 12 o 14 años, y hasta veinteañero recorriendo Europa en un Alfa Romeo... No falta detalle.

Reyes Parra, el autor, ha publicado su libro con la Corporación Indalecio Liévano Aguirre, de la que es presidente y a la que la Contraloría de Bucaramanga ha investigado por las subvenciones que recibe para libros de encargo como el que hizo en su día sobre la gestión de esa alcaldía. Pero eso son minucias. Lo importante es ubicar a tu presidente a la altura de los grandes estadistas de la Historia. ¿Qué más da quién lo pague? Y para que el libro esté completo el autor especifica en los agradecimientos dos nombres tan solo: «Al presidente Juan Manuel Santos por su empeño en transformar Colombia; a su ex ministro del Interior, Fernando Carrillo Flórez, por su constante apoyo en sacar esta publicación adelante.»

Diplomacia del siglo XXI.

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