HORIZONTE

Carcaboso se rebela

Ramón Pérez-Maura

EN España tenemos una acreditada historia de pequeñas localidades que se sublevaron contra los grandes poderes de su tiempo. Sin salir de la Comunidad de Madrid hay dos buenos ejemplos. El más antiguo es el caso de Patones de Arriba del que Antonio Ponz, en su monumental «Viage de España» (Madrid, 1781) dice: «En aquella desgraciada edad en que los sarracenos se hicieron dueños de España, ya se sabe que muchos de sus moradores huyeron a las montañas y a los parajes más escondidos y retirados (...) [Algunos de] estos hombres, que se llamaron los Patones, eligieron entre ellos a la persona de más probidad para que les gobernase y decidiese sus disputas, de cuya familia era el sucesor, y así se fueron manteniendo de siglo en siglo con un gobierno hereditario, llamando a su cabeza “Rey de los Patones”». También patriótico fue el bando de los alcaldes de Móstoles del 2 de mayo de 1808 en el que declararon la guerra al Emperador de los Franceses. El sentimiento de rebelión frente al opresor era indiscutible.

Pues en 2015 hemos tenido otro caso parecido. Carcaboso, por si usted no lo sabe, es un municipio de 1.122 habitantes ubicado en el Valle del Alagón, a 11 kilometros de Plasencia, provincia de Cáceres. Es uno de los muy pocos municipios de Extremadura gobernados por Coalición Extremeña. La dirección de Coalición Extremeña no cabría en un taxi por la única razón de que está formada por dos partidos: el Partido Regionalista Extremeño (PREx) y Convergencia Regionalista de Extremadura (CREx). Ambos son socialdemócratas, regionalistas y extremeños. Así que, como su nombre indica, se diferencian en que unos se llaman partido y otros convergencia. El pasado 29 de enero el pleno del ayuntamiento de Carcaboso aprobó oponerse de manera tajante y declararse insumiso al TTIP. Por si quiere usted declararse insumiso también, sepa que el TTIP es el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión entre EE.UU. y la UE. Ya se sabe, el comercio y la inversión, unas cosas malísimas.

Según la nota de prensa de PRExCREx-Carcaboso, que me ha hecho llegar un amigo más atento que yo a los grandes retos del mundo, Carcaboso afirma que ya había hecho historia antes porque «fue el primer municipio Extremeño en declararse libre de transgénicos, en inscribirse como municipio del bien común, o en adherirse a los bancos de tierra de la red Terrae.» Ellos solitos.

Según explican, la maldad del TTIP se deriva de que «viene negociándose entre gobiernos, con la participación de grandes corporaciones, a espaldas de la ciudadanía: ni los documentos de negociación ni la contribución de los distintos actores, las agendas o las reuniones con la industria, son públicos», según afirma doña Lorena Rodríguez Lucero, alcaldesa de Carcaboso. Acabáramos. Los tratados de estado entre los miembros de la UE y los Estados Unidos hay que pasarlos por el pleno del ayuntamiento de Carcaboso. Y Obama, Rajoy, Merkel, Hollande y otros compañeros mártires, que esperen. Según nos explica la señora alcaldesa esto resulta «enormemente preocupante porque Estados Unidos pretende que las empresas puedan denunciar a los Estados si aprueban una ley que perjudique a la actividad empresarial que se hubiera aprobado anteriormente». Pues claro, señora alcaldesa. Eso es y será así. Porque cualquier empresa que invierte en un país espera una estabilidad legislativa que garantice la continuidad de los términos en los que se produjo la inversión. Y al menos, si estos cambian, que puedan reivindicar ante los tribunales la validez de las reglas de juego que se les ofreció para que invirtieran.

España, año de Gracia de 2015.

Carcaboso se rebela

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