VIDAS EJEMPLARES
La teta y la Luna
Unos aspiran a progresar por sí mismos, y otros, al socorro perpetuo del Estado
Bigas Luna fue un director de cine barroco, con raptos de genio y extravagantes caídas en picado. Aunque es cosa de gustos, uno pagaría por no padecer muchas de sus películas (en el caso del multi-oscarizado Almodóvar esta consideración se eleva a toda su filmografía). Pero el título de una de las cintas de Bigas, «La teta y la luna», resume a la perfección dos maneras de ver la vida y la política.
La izquierda comunista a lo Syriza –y la socialdemocracia más camp– se abonan a la teta. El ser humano es una criatura incapaz de generar riqueza por sí misma. Debe fiar todo su bienestar a un Estado protector (que en el caso del comunismo, a cambio de la socialización de la miseria acaba cobrándose como tributo las libertades personales). Esa sensibilidad impera en el mundo latino, donde casi todo el mundo prefiere ser funcionario que empresario. Es también la mentalidad que hace que los griegos, después de falsificar sus cuentas, abonarse a la evasión fiscal, chapotear en la corrupción y ser incapaces de crear un mínimo tejido productivo, vayan y digan que la culpa de sus males recae en exclusiva sobre la pérfida señora Merkel. La canciller teutona es tan brutal con el noble pueblo griego que hasta pretende cobrarse los préstamos que sufragan la molicie y el desorden helenos (incluidos 26.000 millones que les hemos entregado de los impuestos de todos los españoles).
La mentalidad liberal, propia de los países anglosajones, en especial de Estados Unidos, olvida la teta y más bien sueña con la luna. Confían en las cualidades del ser humano, saludan como un héroe al «self made man», anteponen las libertades personales al corsé del Estado. Tienen a gala el individualismo y sienten alergia ante el gregarismo del rebaño pastoreado por el Gobierno. Para los liberales, el Estado está para garantizar el cumplimiento de la ley y el orden público y ofrecer las prestaciones sociales básicas. Poco más. El centro-derecha liberal ha hecho suyas las buenas ideas de la socialdemocracia (educación y sanidad públicas para fomentar la igualdad de oportunidades, seguridad social y derechos laborales). Pero les añade una coletilla: cuestan dinero, sin él es imposible ofrecerlas. Porque el mundo de Jauja costeado crédito es un engañabobos, que al final acaba estallando y hunde a los países (la tragedia griega, la resaca de la España de la burbuja).
Faltan cien días para las elecciones en el Reino Unido. Ayer el primer ministro conservador, Cameron, anunció su primera gran promesa electoral: si gana, reducirá el tope de ayudas sociales por familia. ¿Se imaginan la tangana en España si el despiadado Mariano, que en realidad ha mantenido el Estado del bienestar en plena crisis, alardease de algo así? Asaltos al Congreso, escraches, telemaratones de Aló Pablo, camping en la Puerta del Sol, Sánchez exigiendo la dimisión, elecciones y el amparo a La Haya, denuncias en el Constitucional, tsunami de insultos en Twitter. Cameron ha explicado que ya efectuó un recorte similar en el 2012 y lo que ocurrió –¡qué cosas!– es que al bajar el colchón de las subvenciones miles de personas decidieron que igual les rentaba volver a buscar activamente un empleo. Hoy el Reino Unido, con estas fórmulas tan retrógradas y una economía abierta, tiene un paro del 5,8%, con 1,9 millones de desempleados sobre una población de 64 millones, y crece al 2,6%. Cifras que sin duda superará muy pronto el gran Alexis Tsipras, mediante el milagro (laico) de conceder un sueldo Nescafé a cada griego con un dinero que simplemente no existe.