Regreso a la alma máter
Los Reyes Felipe y Letizia han ido a la Universidad de Navarra, muestra insuperable de lo que es ser «Rey de todos los españoles»
Los Reyes Felipe y Letizia han ido a la Universidad de Navarra, muestra insuperable de lo que es ser «Rey de todos los españoles»
La Universidad es -o más bien debería ser- una etapa fundamental, determinante en la vida de cualquier persona que disfrute del privilegio de pasar por sus aulas. Viendo los Monedero e Iglesias que copan la Complutense de Madrid es difícil que nadie pueda querer pavonearse de eso dentro de un cuarto de siglo. Como tantos colegas yo estudié en Pamplona y mantengo que, profesionalmente, soy en buena medida un fruto de mi facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Navarra. Institución a la que fui por la simple razón de mi empeño en ejercer esta profesión para poder trabajar en ABC un día enfrentada con la opinión perfectamente mejorable que tenía mi padre del periodismo. Así las cosas, mi progenitores me enviaron a Navarra por tener la mejor facultad de Comunicación de España.
El pasado jueves, veintiséis años después de salir de Pamplona, volví a mi alma máter para un hecho sin precedentes en las universidades españolas. Los Reyes acudieron a inaugurar el Museo Universidad de Navarra. Y no tiene precedentes porque en España las universidades no tienen museos. En Estados Unidos las universidades buscan cualquier cosa como elemento para crear valor por medio de un museo universitario. Y quien más, quien menos, encuentra un expresidente que dona su biblioteca y papeles para hacer un museo más o menos hagiográfico de sus años en el despacho Oval. Lo que ha hecho la Universidad de Navarra es algo muy difícil de igualar. En un espectacular edificio de Rafael Moneo, que ha costado 22,5 millones de euros y al que el contribuyente -usted y yo, querido lector- ha aportado exactamente 0 euros, se han juntado fabulosas donaciones de particulares como la espectacular colección de María Josefa Huarte -Chillida, Picasso, Rothko, Kandinsky, Tapies- o el legado fotográfico de Ortiz de Echagüe, que desde los tiempos de mi paso por esa Universidad aguardaba en un almacén el momento y las condiciones idóneas para ser expuesto.
En sus 39 años de reinado Don Juan Carlos nunca encontró una justificación para hacer una visita oficial a esta Universidad, a pesar de que en su Clínica Universitaria, y por los impagables cuidados de mi llorado Rafael García-Tapia, paso los últimos meses de su vida el Conde de Barcelona. En su primer año de reinado los Reyes Felipe y Letizia han ido a la Universidad de Navarra en una muestra insuperable de lo que es ser «Rey de todos los españoles». A las puertas del museo -en un día lectivo sin excepciones de ninguna clase- les aguardaba un puñado de alumnos dando vivas a España, algo que el personal navarro de la Universidad contemplaba con estupefacción. Y ladeados, media docena de jóvenes exhibían los colores de una bandera dizque republicana, entre indiferencia.
El rector, Alfonso Sánchez-Tabernero, pronunció, sin papeles, una breve alocución recordando al Conde de Barcelona y explicando el sentido de este museo precursor. La Casa del Rey había anunciado que Su Majestad no haría ningún discurso. Pero terminado el rector magnífico, el Rey sacó unas notas manuscritas -que desde luego no habían sido redactadas por el ministro Wert, de pie un metro detrás del Monarca- e hizo un discurso seductor, con el que conquistó a la audiencia toda, si es que no lo estaba ya.
En el barullo posterior, se escuchó a Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, decir a Rafael Moneo, padre de la criatura: «Esto es como lo que nos hiciste a nosotros, pero bien acabado, ¿no?».