La casta y los castos

Los castos mancebos de Podemos están a punto de hacerse casta

Juan Manuel de Prada

Tiene su miga, su gracia cetrina y su enseñanza cínica ese encuentro clandestino que mantuvieron José Bono y José Luis Rodríguez Zapatero, miembros conspicuos y venerables de la casta, con Pablo Iglesias y su fiel escudero Errejón, los castos mancebos de Podemos, que con todas sus mamandurrias venezolanas y sus enjuagues universitarios a cuestas siguen sin embargo arremetiendo muy bravamente contra la casta. A mí, que soy un fervoroso admirador de la literatura picaresca, esta añagaza hipocritona de los castos mancebos de Podemos me parece de felicísimo ingenio: si la garduña novicia desea disimular que los dedos se le hacen huéspedes ante las arcas del erario, debe señalar a la garduña con espolones que ya los hundió en ellas; pues de este modo, mientras los bobos se entretienen vituperando a la garduña con espolones, descuidan las mañas de la garduña novicia, que llegado el día de su ordenación sabrá dar tiento a las faltriqueras de los bobos con mucha puntualidad y mayor destreza.

Pero los castos mancebos de Podemos, hasta hace poco vistos por los mayorales de la casta como unos mequetrefes ocupados en tretas de poca monta, ya han demostrado ánimo suficiente para asentarse como cofrades mayores en su congregación. Y antes de que se pongan a hacer banquete sin pedir licencia a mayoral alguno, Bono se ha acercado a ellos, como aquel guía Ganchuelo se acercaba a Rinconete y Cortadillo en la novela de Cervantes, pidiéndoles que se presenten ante el señor Monipodio, para que les dé su bendición y los enseñe a manejarse sin sobresaltos en la casta y a gozar de sus inmunidades, que son muchas y muy sabrosas. Y, a cambio de su plática provechosa, tal vez el señor Monipodio y el guía Ganchuelo hayan solicitado a Rinconete y Cortadillo que, una vez admitidos como cofrades mayores, no sean tan ansiosos de alzarse con todo el santo y limosna, sino que dejen siquiera alguna para el aceite de la lámpara (esto es, para los mayorales de la casta); pues conviene que se cumpla aquel refrán que dice: "No es mucho que a quien te da la gallina entera, tú des una pierna della". No sea que con el brío que se gastan los castos mancebos de Podemos vayan a dejar en porreta a los mayorales de la casta, que tan amorosamente les prepararon el camino.

Y es que, ahora que los castos mancebos de Podemos están a punto de hacerse casta, a los mayorales que les prepararon el camino les entra, de repente, el canguelo. Y es un canguelo muy comprensible, porque hasta hoy quienes se alternaban en el patio de Monipodio de la política española habían acordado una pantomima que les permitía estoquearse en escena con floretes de pega, para susto de sus crédulas y respectivas aficiones, y después repartirse la recaudación, según mandan las ordenanzas del consenso. Pero ahora que los castos mancebos de Podemos se encastan, nadie sabe si gastarán floretes de pega o de los que hacen sangre, ni si estarán dispuestos a repartir la recaudación. Si acceden a repartirla será porque son generosos en demasía; pues los mayorales de la casta, que pusieron a España en almoneda entregándosela en bandeja a los mancebos de Podemos, merecen siquiera que sus beneficiarios los dejen pordioseando en la calle y sin un mísero trapo con el que tapar sus vergüenzas.

Pero los mancebos de Podemos son mozos de buenas entrañas, que sabrán recompensar a sus bienhechores, aunque fueron malhechores para España (o precisamente por ello mismo). A quien van a dejar a dos velas es al palomo de Pedro Sánchez, que anda llorando por las esquinas porque Zapatero no le advirtió de su encuentro con los mancebos de Podemos. ¡Cuitado!

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