una raya en el agua
Leónidas
Canas contra coletas. Aznar y sus espartanos no vuelven para ayudar a Rajoy, sino a su partido. Les gusta que los necesiten
A rebato. Las campanas del PP han sonado con repique de alarma. Los gurús del arriolismo han escrutado las tripas de las encuestas y han concluido que hay un problema grave por la derecha, un boquete por estribor a través del que en vez de entrar agua se salen los votos. Tres años de maltrato a su electorado natural –impuestos, corrupción, debilidad con los terroristas, quietismo ante el desafío catalán, continuidad de la ley del aborto– han acabado formando una bolsa de descontento que amenaza con la desmovilización de los sectores clásicos de apoyo. Por el centro-izquierda sufre pérdidas menos significativas, sobre todo hacia los emergentes Ciudadanos de Albert Rivera, pero al otro lado se está produciendo una hemorragia de desafecto, que de momento se embalsa en la abstención pero puede acabar en una catarsis. Rajoy, cuyo rasgo más definido es el pragmatismo, ha llamado para taponarla al antiguo cirujano-jefe. Y este ha acudido; si algo le gusta a Aznar es que lo necesiten.
El expresidente no regresa para salvar a su sucesor, sino a su partido, al proyecto de mayoría social que puso en pie a primeros de los noventa. Sus diferencias con Rajoy han sido explícitas, duras en público y vitriólicas en privado, pero atisba el peligro de ruptura que el marianismo ha minimizado durante meses y va a implicarse en la defensa de la cohesión del sistema. Viene con Jaime Mayor y Esperanza Aguirre, iconos de los votantes más decepcionados, para sacudir la desmotivación y llamar al cierre de filas. Se trata de un reagrupamiento simbólico en un momento tan delicado que el sábado hay convocada en Madrid una manifestación de víctimas.
La operación conlleva riesgos porque el espectro de Aznar encela a la izquierda, agita pasiones dormidas y espanta a muchos electores moderados, pero el PP necesita cerrar grietas y ha decidido empezar por la más visible. Para recuperar su carácter de all catch party, de partido atrapalotodo, debe ofrecer primero una imagen de compromiso y unidad a partir de la cual reconstruirse a sí mismo. La organización, los cuadros y la militancia están desalentados: temen un descalabro por abandono, por aislamiento. El Gobierno ofrece una sensación desprotegida, no logra vender el mensaje optimista de una recuperación tan cierta como aún frágil. La llamada a Leónidas y sus espartanos es un movimiento instintivo de autodefensa. Después de haberlos orillado revela cierta conciencia de fracaso, de paso atrás; una convocatoria a los reservistas. Es un mensaje conservador sin duda, aunque en el fondo –o tal vez por eso– muy marianista: en una coyuntura lábil, repleta de zozobras, de tentaciones adanistas y de proyectos de refundación, Rajoy apela a los viejos valores y a la memoria de la estabilidad. En una urgencia crítica ha debido pensar que contra la moda juvenil de las coletas no vale la pena seguir tiñéndose las canas.