vidas ejemplares
Mariano, te vas a forrar
Si la izquierda se la reparten entre cinco y en el centro-derecha hay uno, ¿quién ganará las elecciones?
PONGAMOS un ejemplo como los de nuestros setenteros días escolares. En una calle hay seis bares. Cinco venden vino, pero no cerveza, bebida que solo despacha el sexto, que en cambio no vende vino. Por floja que sea su cerveza, aunque esté aguada y sin gas, el tabernero con el monopolio de la birra será el que tenga más público, por la sencilla razón de que ofrece algo único, mientras los otros cinco compiten entre sí con variantes del mismo producto.
Aunque las encuestas resultan amenas para tertuliear, esa es la situación del arco político español. Descontando a los nacionalistas, en las generales de fin de año competirán cinco partidos de izquierda o centro-izquierda:
—El tele-comunista Podemos, de demagogia bien articulada, pero con un programa con más ciencia ficción que «Interstellar». Además, a su adanismo se le empieza a ver el plumero, porque aquí el último puro fue san Simón el Estilita, que se pasó 37 años aupado a una columna, y desde entonces en todas partes cuecen habas (la productora del joven profeta y sus cosillas con el fisco, el tinglado de la novia justiciera, la empresa súbitamente boyante del número dos, la beca pirata del número tres…).
—El PSOE del profesor Sánchez, cuyos hitos más destacados son su buena planta y descender en la tele desde un molinillo de viento atado a una cuerda y –sobre todo- resistiendo la conversación del alpinista Calleja. Un aspirante a presidente que propuso suprimir Defensa, que carece de argumentos económicos, que ni defiende a las claras la existencia de su país, pues propone saldarlo para aplacar a los separatistas.
—Upyd, con la gran esperanza blanca de hace tres temporadas amortizada por su egocentrismo y evidente vacuidad
—Los Ciudadanos de Rivera, dotado orador, con olor a fresco, pero que viene a decir lo mismo que el PSOE, con el único añadido de que a diferencia del lacerante desnorte socialista defiende con rotundidad algo tan elemental como la unidad de su país y la legalidad vigente. (Hay tal empanada ambiental que lo normal parece revolucionario).
—Izquierda Unida, donde van a quedar cuatro y el cabo. Comunismo vintage frente al marxismo de plató del consumado actor.
Estas cinco opciones, sin propuestas solventes para la poscrisis, se repartirán el llamado «voto progresista». ¿Y qué pasa con los que no simpatizan con la izquierda, casi la mitad de la población? Es cierto que el PP mucho no les ayuda a entusiasmarse: tesoreros en los tribunales, un Gürtel que vino de Júpiter y creció por generación espontánea; reacciones tardías y torpes ante la roña (¿cómo puede llegar un nuevo alcalde a Alicante tras el escándalo que arrolló a su predecesora y contar con imputados en su equipo?), cierta flojera ante el separatismo, la oportunidad perdida de haber hecho las reformas estructurales que permitía la mayoría absoluta. Pero ese equipo entró a gobernar un país quebrado y este año puede ser el que más crezca de la zona euro. Aunque gusta más desbarrar que los datos, eso es real y se va notando.
¿Cuántos de los que votaron al PP hace cuatro años se van a pasar en las generales al comunismo chavista, al socialismo Sánchez, que no gusta ni a su jefa Susana, o a la señora que riñe? Cuando los que apoyaron a Rajoy en 2011 sientan que la alternativa de Gobierno se puede llamar Pedro y Pablo, ¿se van a abstener porque el sosegado Mariano no les resulta simpático ni carismático y quieren un líder –o lideresa– polvorilla?
Mariano, ¡quién lo iba a decir!, pero al final te vas a forrar.