PECADOS CAPITALES
Y ahora, ¿qué hacemos?
Un mes de exclusivas falsas que ayer Teresa Romero fulminó con media docena de palabras
Programa especial en la CNN. La auxiliar de enfermería española Teresa Romero concede una entrevista para la cadena americana en la que critica la falta de sensibilidad y humanidad en la gestión de su enfermedad. No hace más que aquilatar sus propias palabras pronunciadas quince días antes (noviembre de 2014) en un diario español que, con castañuelas de exclusiva, lo coloca en su «primera»: «Avisé en el centro de salud de que había cuidado a los misioneros», sentencia una Teresa comprensiblemente desorientada en los primeros estadios de su proceso. La trabajadora sanitaria está ingresada por entonces en una situación muy delicada; tanto que llega a alcanzar un estado crítico días después a causa del virus. Hay otro diario que también charla con ella nada más ser internada en el hospital Carlos III. No hay tiempo que perder. Nos ponemos estupendos cuando los reporteros asfálticos del corazón abordan sin piedad a una actriz o cantante de moda sobre sus escándalos de alcoba, pero usamos peores técnicas (invadiendo la intimidad de un enfermo en el lecho de muerte) cuando el objetivo lo vestimos del ropaje de la investigación y la primicia política. Que a Paquirrín le pregunten por su última novia es propio de la bajura del periodismo basura, pero interrogar a una enferma de un virus mortal por su estado febril y sus contactos íntimos forma parte de la pesca de altura de nuestra profesión. Y si de paso se atiza al sistema (político o sanitario, tanto da), pues miel sobre hojuelas. Por eso, la empresa no hubiera sido redonda de no haber echado sus redes un programa matinal especializado en golpear con o sin razón en el hígado al Gobierno. El espacio también consigue las palabras exclusivas (término tres veces devaluado en este caso) de la contagiada, que empieza por admitir que se tocó la cara cuando se despojaba del traje de protección.
De aquellas tres intervenciones nada quedó: ni el imprudente consejero de Sanidad de Madrid. Hasta la propia Teresa Romero reconoció que no recordaba ninguna de esas tres llamadas. Tanto que al cabo tuvo que desdecirse, en atención a su estrategia jurídica, para confirmar que sí había advertido a la doctora de familia de que había estado en contacto con los misioneros fallecidos por ébola. Ayer Teresa –probablemente la memos culpable de este folletín mediático que habrá de analizarse en las Facultades de Periodismo– se avino a conciliarse con la doctora que la atendió, reconociendo que no le había informado de los riesgos que portaba. La médica había amenazado con una querella para defender su buena praxis clínica; la misma que muchos medios ofendieron en favor de la prejuiciosa tesis de que Rajoy era el culpable.
Un mes entero de titulares torticeros, primicias falsas, exclusivas tramposas y entrevistas poco escrupulosas para concluir, con José Hierro, que «después de todo, todo ha sido nada».