HACIENDO AMIGOS

Ermua en París

Hay atentados que sacuden más a una sociedad que otros. Es injusto pero es así. Y entonces debemos ser generosos

Iñaki Ezkerra

En el largo camino de la reacción social contra los terrorismos hay siempre altibajos, momentos en los que ni la ciudadanía ni sus políticos están a la altura y momentos en los que se produce una movilización repentina y unánime. Unas circunstancias especialmente inéditas, dramáticas o cercanas hacen que un atentado sacuda más a una sociedad que otros. Es injusto pero es así. Y, cuando por fin esa gran movilización se produce, debemos ser generosos y participar en ella. No es el momento de preguntarse por qué ahora sí y antes no. Ocurrió en España en julio de 1997 como ocurrirá hoy en la manifestación que recorrerá París. Y no será el momento de preguntar por qué no salió tanta gente a las calles de las ciudades de Europa cuando el yihadismo mataba a cristianos en Siria o decapitaba a otros periodistas que no eran los del semanario Charlie Hebdo. No será el momento de arremeter contra el humor de esa revista si nos pareció ofensivo o sectario, ni de dar razones a quienes la querían hacer callar, ni tampoco de reivindicar los orígenes ideológicos de ésta en un mayo del 68 que fue un cajón de sastre, o de Sartre, en el que cabían tanto Bakunin como Lenin o Mao; tanto los pájaros y las flores como la legitimación que la izquierda le dio al propio terrorismo que hoy nos asola; tanto la libertad como su negación. Será el momento de defender el sagrado derecho a la expresión incluso de los mensajes que no compartimos.

Si, cuando explotaron las movilizaciones por Miguel Ángel Blanco, las familias de los ocho centenares de víctimas que habían precedido a aquélla hubieran protestado porque las muertes de los suyos también merecían esa indignación; si las mujeres, madres e hijos de los guardias civiles asesinados hasta entonces por ETA se hubieran puesto a preguntar a los españoles por qué no nos pintamos antes las manos de blanco; si la buena gente de izquierdas no hubiera salido a la calle por un concejal de derechas y le hubiera hecho caso al compañero que, en aquellas fechas, decía en voz baja “yo con Iturgaiz puedo coincidir en una boda pero no en una pancarta”, Ermua no habría tenido lugar. Si tuvo lugar, si supuso para esa banda terrorista la derrota moral que luego se traduciría en derrota policial, fue porque las víctimas y toda la ciudadanía supieron entender el valor de la transversalidad democrática y convertir sus agravios y diferencias ideológicas en generosa comunión civil.

ETA empezó a ser derrotada ideológicamente en el momento en que se comprendió que no sólo iba contra la unidad de España sino contra un valor aún más ampliamente compartido como es la democracia. Del mismo modo, es preciso que hoy entendamos que el yihadismo no sólo va contra los valores cristianos, que deben ser protegidos, sino contra otros que deben ser además compartidos por todas las confesiones religiosas como son los de la Ilustración, que han creado las democracias occidentales. Hoy damos un paso en esa dirección. Hoy Ermua está en París.

Ermua en París

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación