PECADOS CAPITALES
Ma non troppo
Sarkozy dijo que Hollande era como Zapatero. Ma non troppo
Cuando el 23 de abril de 2012 Nicolas Sarkozy, que acababa de perder la primera vuelta de las elecciones al Elíseo a manos de François Hollande, le afeó al hoy presidente que su «espejo» en Europa era el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el socialista francés se revolvió como una hiena. No pudo negar que el único gobernante europeo que le había recibido con honores de estadista había sido su correligionario español, pero evitó por tierra, mar y aire vincular su figura política a la del exlider del PSOE, cuya herencia nefasta todavía suda España. Menos de un mes después, el actual presidente galo ganaba los comicios y, como vaticinó Sarkozy, el pensamiento líquido y la ausencia de sustancia tan de Zapatero han marcado el mandato de Hollande.
Tanto han perjudicado las recetas socialistas al estado declinante de la economía francesa que se ha materializado un sorprendente sorpasso: el descreído Reino Unido acaba de adelantar a París como quinta potencia mundial. Por no hablar de su desbocado déficit público y de un raquítico crecimiento del 0,3% en 2014 para el Hexágono, término con que se conoce a Francia. Sin olvidar que el largo bienio socialista ha sumido en un profundo pesimismo a la sociedad francesa, a la espera de que el clavo ardiendo del Frente Nacional recoja el descontento y la masa de miedo que anteayer reprodujo como esporas el atentado contra «Charlie Hebdo». Sin embargo, un rayo de luz ha vuelto a brillar en medio de la devastación que augurara Sarkozy y que venturosamente para nuestros vecinos distingue a Hollande de Zapatero, a Francia de España, a unos ciudadanos orgullosos como los galos de otros acomplejados y ramplones como muchos españoles: el patriotismo y la visión de Estado frente a los problemas nucleares. Cuando el enfermo (la patria) presenta riesgo multiorgánico por un ataque terrorista como vanguardia de una amenaza mayor, en el Elíseo se guardan los cuchillos, las fotos de alcoba del enemigo y hasta los «deshabillé» de las primeras damas en favor de la «grandeur» y la defensa de los valores cívicos. No hay ideología; mas la ideología es el sentimiento patriota.
La imagen de Hollande y Sarkozy juntos, coordinando una respuesta nacional al zarpazo terrorista, pulsa el «review» de nuestra historia hasta 2004, cuando los estadistas de guardia en España eran Zapatero y Rubalcaba, empeñados en arañar miles de votos a golpe de sms con 192 víctimas sin enterrar. Ayer, cuando la Policía cercaba a los asesinos de doce inocentes en Oise y Aisne, a mi memoria acudió la Semana Santa de 2004 en un piso de Leganés, con los autores del 11-M acorralados. Entonces había una sociedad dividida; una izquierda mezquina; un periódico fantaseando con conspiraciones y deslegitimando a un presidente democrático cuya firma, en el colmo del paroxismo, acogió ayer a bombo y platillo; y un país desnortado. Como ahora.
Pero eso sí, Hollande era como Zapatero ma non troppo.