COSAS MÍAS
Marx sigue de moda
A la teoría marxista de la desigualdad siempre le ocurre lo mismo, que los marxistas la aplican a los demás, nunca a ellos mismos
Quienes fuimos de izquierdas de jóvenes y evolucionamos hacia la derecha de adultos, hicimos eso que alguien llamaría un «mal negocio», en términos de prestigio social y de euros. Porque lo que sigue de moda es Marx, en el siglo XXI como en el XX. Eso explica el fenómeno Piketty, ese francés que ha vendido un millón y medio de libros con su remake del marxismo («El capital en el siglo XXI»). Con el enésimo mensaje propagandístico sobre el aumento de la desigualdad causado por los capitalistas y que él tiene el descaro de presentar como pura ciencia.
Con la aprobación generalizada, he ahí lo extraordinario. Financial Times, ese periódico que llevan orgullosos debajo del brazo empresarios, políticos y tecnócratas de la derecha, le ha dado el premio al libro del año. En una nueva muestra de la confusión de ideas de este medio que pasa por liberal. Y en una confirmación de los complejos de la derecha, aquí y en otros lugares. Una derecha que premia, como nos suena, a un socialista radical que acaba de rechazar la Legión de Honor otorgada por el Gobierno francés por lo que considera unas políticas de recortes y de austeridad intolerables.
Dejemos a un lado los problemas de debilidad científica de un libro ideológico que quiere pasar por científico (señalado por varios economistas). La cuestión más llamativa es otra. La del éxito político, periodístico e intelectual de un libro que dedica casi setecientas páginas a argumentar que la desigualdad ha aumentado por los rendimientos crecientes del capital y a aconsejar que tal mal debe ser corregido con una subida radical de impuestos, al capital y a todos los grandes salarios. Setecientas páginas de estigmatización del capital, del capitalismo y de la herencia, donde se desprecia por completo la influencia del trabajo, del esfuerzo, del mérito y de las capacidades de los individuos en la desigualdad económica. Un libro profundamente antiliberal premiado por liberales.
Según la teoría de Piketty aplicada a él mismo, ese millón y medio de ejemplares no tendría nada que ver con su diferencia de capacidad respecto de otros intelectuales y, por supuesto, esas ganancias millonarias deberían ir al menos en un 80 por ciento al Estado para su reparto entre todos (es el impuesto que ha sugerido para los salarios de más de 500.000 dólares) Pero no imagino a Piketty defendiendo las tesis anteriores. Porque a la teoría marxista de la desigualdad siempre le ocurre lo mismo, que los marxistas la aplican a los demás, nunca a ellos mismos.
Una buena parte del remake marxista se ha vendido en Estados Unidos, demostrando lo acertado de lo que me dijo hace años el gran politólogo ya fallecido Seymour Martin Lipset, que el núcleo fundamental de la extrema izquierda está en las universidades americanas. El problema es que el éxito tenga lugar en todas partes. Por la sencilla razón de que Marx, el marxismo y la teoría de la desigualdad como obra de la injusticia capitalista, nunca de la responsabilidad del propio individuo, siguen dominando el debate intelectual. Una cosa es que haya que conocer a Marx –mis alumnos deben hacerlo–, y otra que el mensaje políticamente correcto sea el marxista.
Que pruebe alguien a escribir un libro científico, que diría Piketty, sobre los efectos del esfuerzo del individuo en la desigualdad. Venderá mil ejemplares, con suerte, la izquierda lo perseguirá en Twitter, y el Financial Times se revolverá incómodo en su sillón.