PECADOS CAPITALES

La otra herencia que recibió Rajoy

Las relaciones de Aznar y Rajoy están cada vez peor; el presidente recuerda que la corrupción la heredó

Mayte Alcaraz

A José María Aznar le enfada mucho que Mariano Rajoy insista en que fue en sus fogones (1996-2004) donde se coció lo peor de la corrupción que está ventilándose ahora en los tribunales. El presidente del Gobierno ha pasado de comentarlo en conversaciones privadas a convertirlo en parte de su nueva estrategia de comunicación intramuros. Esta semana no olvidó recordarlo ante sus compañeros parlamentarios cuando les presentó a su nuevo portavoz, Antonio Hernando. La herencia recibida que ahora paga el PP –dejó dicho– no solo proviene de los oscuros mandatos de Zapatero sino de unos años más atrás. Eso no deben olvidarlo los que desde dentro reprochan la inercia con que se ventilan los escándalos que lastran al partido. Los casos más sonados que hoy están viendo la luz –Gürtel, Bárcenas, complicidad de cargos populares a las fechorías de Urdangarín, gestión de Blesa en Caja Madrid, burbuja inmobiliaria...– se gestaron en las legislaturas del Gobierno de Aznar, cuya gestión por lo demás llevó a España a los mejores años de prosperidad.

Nadie en Moncloa entiende el silencio del exmandatario sobre la suerte de colaboradores muy próximos como Bárcenas, Lapuerta, Blesa o Rato, cuyas irregularidades se fraguaron al calor del primer Gobierno de la derecha en España. Ese mutismo ha terminado con la paciencia del jefe del Ejecutivo, decidido a pasar a la ofensiva en política de comunicación, incluidos los mensajes internos que está colocando para contrarrestar las críticas de sus compañeros sobre la falta de resolución del Gobierno respecto a la investigación de los jueces. «Nosotros somos los que estamos dando respuesta a los abusos y estafas que se han cometido. Otros no hicieron nada por evitarlo», repiten en el PP.

En el Ejecutivo molesta especialmente que Aznar solo rompa su silencio para criticar, abierta o solapadamente, la falta de firmeza de Rajoy frente al desafío independentista catalán. En uno y otro equipo se dan por casi inexistentes las relaciones entre ambos que, bromean, ni el fingido entusiasmo con que acude el inquilino de Moncloa a los cursos de verano que organiza Aznar en Navacerrada puede recomponer. Sin embargo (o quizá por eso) el jefe del Ejecutivo dio orden tajante de responder con contundencia a los insultos del presidente venezolano, Nicolás Maduro, contra el exdirigente español. Una manera leal e institucional de lanzar un mensaje.

Aznar no está cómodo en el PP actual. Pero que el expresidente calle no significa que otorgue. Ver constantemente las fotos de la boda de su hija ilustrando las noticias más negras de la actualidad; la complicidad que últimamente comparte Rajoy con Felipe González; y hasta la escasa elegancia con que, considera, se ha tratado a Ana Botella en su despedida de Madrid, completan la otra lista de agravios. La de Aznar.

La otra herencia que recibió Rajoy

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