UNA RAYA EN EL AGUA
Mariposas de colores
Platero es un texto deslizante y musical en cuya ética de los sentimientos debería fundarse un itinerario pedagógico
DOS de los cinco libros más traducidos del mundo son españoles, «Don Quijote» y «Platero y yo», y ninguno de ellos goza de especial preminencia en la enseñanza de un país que ha centrifugado sus señas de identidad culturales. Sobre la escasa presencia docente del Quijote han polemizado esta semana el ministro Wert y el escritor Pérez Reverte, debelador flamígero de la banalidad educativa; lo cierto es que sin ser una obra del todo ausente en los planes de estudio se la menciona en ellos más que se la lee. Los pedagogos a la violeta consideran hace tiempo que el alumnado de la era Twitter no debe cansarse con textos largos, complejidades semánticas ni muchas oraciones subordinadas.
Platero ha tenido un poco de mejor suerte por ser más liviano y llevadero y porque al menos en Andalucía se ha dado en valorar sus rasgos autóctonos a costa de aproximarlo más al folklore que a la literatura: algo que Juan Ramón odiaba tanto que le acabó cogiendo cierto recelo a su criatura suave y peluda. Pero si uno se asoma a las actividades didácticas con que se celebra el centenario en las escuelas verá todo un esfuerzo por adaptar el libro a la pedagogía de la trivialidad. Desde versiones teatralizadas hasta juegos –¡¡y crucigramas!!– pasando por resúmenes, fichas y a lo sumo la lectura de unos cuantos capítulos; enorme derroche de creatividad formativa destinado a eludir la sencilla y directa lectura completa que debería constituir la base primordial de todo programa de aprendizaje.
Leer entero el Quijote requiere cierto hábito, comprensión y paciencia, además de un diccionario. Pero Platero es un texto de digestión fácil, cuya prosa deslizante, emotiva y musical representa casi una resbaladera para lanzarse de pequeño a la piscina del lenguaje. Es un relato cargado de símbolos, sugerencias y parábolas que, lejos de la etiqueta clásica de cursi y reaccionario que le endilgó cierta modernidad desdeñosa, contiene una humanísima fábula moral y social sobre las cualidades del alma y los ciclos de la vida. Un idóneo itinerario emocional de la niñez al mundo adulto a través de una ética de los sentimientos, una filosofía del paisaje y hasta un vago ecologismo naturista.
Sucede que la estructura intelectual de la enseñanza española responde a una hegemonía del facilismo. La sociedad de la pereza requiere procesos cortos y estímulos instantáneos que desprecian las disciplinas esforzadas y los recorridos mentales prolongados. La cultura del interruptor y del teclado en la que basta con pulsar un artilugio para que suceda algo. En los libros suceden muchas cosas pero hay que descubrirlas entre los recovecos del idioma, en el esfuerzo aventurero de pasar páginas. Y en la síntesis urgente y pragmática de la posmodernidad es difícil asumir la complejidad idealista de la literatura. Cómo encajar mariposas de tres colores en un tiempo refractario a las metáforas. .