POSTALES

Cuidado con las encuestas

La situación española es demasiado fluida para emitir un diagnóstico definitivo sobre datos no ya de hoy, sino de hace unos días o semanas

José María Carrascal

A punto de cumplirse un mes del 9-N, la escena política española ha cambiado. Pero no en el sentido que se preveía, sino en el contrario. En Cataluña, el pulso ya no es entre Mas y Rajoy. Es entre Mas y Junqueras, que se disputan la hegemonía del nacionalismo. En Madrid, ya no son todos contra el PP, sino izquierda contra izquierda, con IU pugnando por no ser engullida por Podemos, y el PSOE, por recuperar los votos que le ha arrebatado. De que lo logre o no dependerá que continúe siendo la referencia de la izquierda española. Lo curioso es que se la disputa alguien con el nombre de su fundador: Pablo Iglesias. Hegel hablaba del «geniecillo irónico que mueve la Historia».

El resultado es que Rajoy se halla en situación más cómoda que la de hace unos meses. Unido a las buenas noticias que le llegan del frente económico, acaba el año bastante mejor que lo empezó. Falta le hace: 2015 va a ser un eslalon y una carrera de obstáculos en la que se juega, no ya la permanencia en La Moncloa, sino su lugar en la historia de España.

¿Quiere decir todo ello que ha doblado el cabo de las tormentas? Ni mucho menos. Quiere decir tan solo lo equívocas y equivocadas que están las encuestas. ¿O cocinadas? ¿Se dan cuenta de que coinciden con la línea editorial del medio que las publica? Las que en noviembre daban a Podemos arrasando lo dan hoy retrocediendo, y a su líder, con dieciocho puntos menos de popularidad. La situación española es demasiado fluida para emitir un diagnóstico definitivo sobre datos no ya de hoy, sino de hace unos días o semanas, para fiarnos de ellos. Queda un año para el desenlace y un año es, a la vez, mucho y poco tiempo. Que las cosas seguirán cambiando no cabe la menor duda. Rajoy tiene infinidad de problemas. Pero sus rivales tienen tantos o más que él. Sánchez e Iglesias pueden hincharse o desinflarse; Mas y Junqueras, entenderse o pelearse. Nadie puede asegurarlo.

Clave va a ser la economía. Si se mantiene la recuperación, aunque sea al paso de tortuga que lleva, los españoles terminaremos aceptando algo a lo que venimos resistiéndonos: que los buenos viejos tiempos alegres se fueron y, como en la canción, no volverán, por lo que hay que adaptarse a las nuevas circunstancias. Si, por el contrario, la recuperación se estanca, se impondrá el «cualquier cosa menos lo que tenemos», sin pensar en las consecuencias. Y no les digo nada si estalla otro escandalazo, cosa que, visto lo ocurrido, no hay que descartar. Con la corrupción en segundo puesto de las preocupaciones, o indignaciones, españolas, arrasaría.

De momento, Rajoy cede con gusto el protagonismo de la convulsa escena política española a sus adversarios, que lo creían acorralado y ahora luchan no por el poder, sino por sobrevivir.

El geniecillo de Hegel.

Cuidado con las encuestas

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