CAMBIO DE GUARDIA
CONSTITUIR AHORA
No son 36 años. Ha sido el fin de una era. Nada ahora es ya lo mismo. Salvo el texto de la Constitución
SER mutable es la esencia de una Constitución. La reforma no quiebra las lógicas constitucionales: las realiza, aplicando sus previsiones. Eso define a un Estado moderno. «Constitución» es, en el ¿Qué es el Tercer Estado? de Sieyès que acuñó el concepto, una metáfora corpórea trasplantada a lo político: «Es imposible crear un cuerpo para un fin sin darle una organización, formas y leyes propias para hacerle cumplir las funciones a las que se le quiere destinar. A eso se llama la constitución de ese cuerpo». Metáfora que da cuenta de un artefacto: la máquina de poder llamada Estado. Operación artesanal, la Constitución no crea. Nada. Organiza un material que persevera a lo largo de sus mutaciones: «La nación, que existe ante todo y que está en el origen de todo; y cuya voluntad es siempre legal, porque es la ley misma». Los momentos de esa continuidad en flujo definen al sujeto histórico que, como «poder constituyente», da forma y coherencia a las reglas de juego presentes. A su codificación escrita llamamos «Constitución». Y los usos legítimos de la ley que ella pone definen la estabilidad de un «poder constituido» en la red de instituciones que el texto garantiza y vigila.
Fuerza compleja, desplegada en el vendaval de la historia, la nación no puede ser un sujeto inmóvil. Decirla inmutable sería decirla muerta. Y esa vida de la nación, que subyace a sus concreciones históricas, va produciendo sujetos constituyentes acordes con el tiempo. La nación misma, como última perseverancia, garantiza la continuidad que los discontinuos sujetos temporales puntean. El hecho constitucional exige ser cuestionado siempre. De ahí que sin previsiones internas de reforma claras no haya Constitución.
La de 1978 fue una Constitución muy blindada. Era de lógica, tras cuarenta años de dictadura y apenas tradición democrática. Eso afectó pesadamente a los mecanismos que define un artículo 168 en el cual se fijan condiciones casi irrealizables para la reforma de algunos puntos axiales: Título Preliminar, Título I (cap. 2º, sec. 1ª) y Título II. El artículo 168, sin embargo, al no incluirse a sí mismo en el blindaje, puede ser alterado en su redacción y contenidos sin complicación mayor, haciendo así verosímil la reforma de los tres pilares de apariencia «intocable». Todo se reduce a votar dos veces: una primera, para cambiar el 168; una segunda, para abordar el contenido constitucional, ya sin cerrojo.
En 1978, PC significaba Partido Comunista, curioso anacronismo hoy risible. Mac era una cadena de hamburguesas. Apple, una productora de vinilos. La Guerra Fría se había congelado. Los teléfonos eran pesados armatostes negros, anclados a las paredes. Televisión: blanco y negro, dos canales. Sabíamos leer. Y algunos ni siquiera nos habíamos enterado de que el 68 enterró nuestro mundo. No son 36 años. Ha sido el fin de una era. Nada ahora es ya lo mismo. Salvo el texto de la Constitución. Por eso ya no sirve más que para ser cambiada. Y que la nación sobreviva.