Postales
Enmiendas, no reformas
Reforma de la Constitución y Estado Federal se quedan en la hoja de parra con la que el PSOE esconde sus carencias como partido de Estado
UNO de los chistes más viejos de Washington es: "Lo mejor para enterrar un caso peliagudo es crear una comisión para estudiarlo". Pedro Sánchez quiere crear una subcomisión para reformar la Constitución. No contento con ello, nos dice sin pestañear que así se solucionarán "los problemas económicos, sociales y territoriales de España". Las crisis son oportunidades para hacer los ajustes que no se hacen en tiempos de bonanza. Pero justos los necesarios y sin tirar el niño con el cesto. Más, en año multielectoral como 2015, de confrontación, gritos, mentiras. Cuando reformar la Constitución requiere calma, tiempo, silencio, paciente búsqueda de espacios comunes. Aunque lo más grave sea que todo un profesor universitario de Estructura Económica e Historia del Pensamiento Económico como es él no sepa que el problema de nuestra Constitución no es que sea mala. Es que no se cumple, hasta el punto de que el presidente de una comunidad autónoma está intentando ponérsela por montera. Si con otra nueva o con las reformas que le hagan ocurre lo mismo, no es que no adelantaremos nada, es que volveríamos al siglo XIX, cuando las constituciones cambiaban con los gobiernos. Lo que urge hoy en España es hacer cumplir la Constitución consensuada que tenemos e introducir en ella las enmiendas o aclaraciones necesarias, como hacen los norteamericanos con la suya, de casi 300 años, válida como el primer día.
Aclaraciones que podrían empezar por dos equívocos dejados por las prisas en su primera redacción: el de "nacionalidad", confundible con nación, "unida e indivisible", y el de "autonomía", que algún político local intenta convertir en "soberanía", que pertenece al pueblo español en su conjunto. Con especificar esos conceptos –debate en el que podrían intervenir juristas, historiadores, lingüistas incluso–, tachar el término "histórico" –historia nos sobra a todos– y reconocer las diferencias –de todos tipos, en todas partes– tendríamos la Constitución de la España unida y plural que necesitamos.
Reforma de la Constitución y Estado Federal se quedan así en la hoja de parra con la que el PSOE esconde sus carencias como partido de Estado –sin programa de gobierno para una España que vuelve a las andadas– y como partido ideológico, tan pronto en el centro-centro, en el centro-izquierda o en la izquierda-izquierda. El mejor ejemplo es su líder, que se presenta con uno u otro disfraz, llegando a adoptar el de centro-derecha cuando dice que "coalición con el PP, no; pero acuerdos sobre determinados puntos, educación, la sanidad y otros importantes, sí". ¿Qué es eso sino una pequeña coalición? Todo apunta a que Pedro Sánchez, por distanciarse de Rajoy y de Iglesias, termina no siendo nadie. Peor aún es que le secunda la entera oposición, más interesada en descabalgar al PP que en resolver los problemas de España.
¿O es ese nuestro auténtico problema?