HORIZONTE

UN MUERTO DE CORRECCIÓN POLÍTICA

Sería muy de agradecer que en el afán por protegernos de nosotros mismos no acaben matándonos

RAMÓN PÉREZ-MAURA

NO deja de ser una desgraciada ironía que en la primera Presidencia de un ciudadano de color –y premio Nobel de la Paz por no haber hecho nada– se estén dando los gravísimos enfrentamientos entre la Policía y la ciudadanía que en estos días vemos por todo Estados Unidos. Empecemos por aclarar lo obvio: el presidente de los Estados Unidos no tiene competencia directa frente a ninguna de estas revueltas. En un estado federal –tomen nota algunos aquí– el presidente tiene que mirar para otro lado y dejar que esto lo resuelva el alcalde o el gobernador correspondiente. Las revueltas tendrían que entrar en la categoría de revolución para que Barack Obama pudiera aducir competencia.

Aún sin competencias, Obama había manifestado con anterioridad su voluntad de conciliar a la ciudadanía con las fuerzas del orden que deben protegerla. Y algo va mal en un país en el que hay que pretender algo así. En todo caso, la muerte de Eric Garner en Nueva York tiene algo de singular entre todas las habidas a manos de la Policía en los últimos tiempos. Cada vez que hay un caso de este tipo se estudia qué estaba haciendo el muerto en el momento en que la Policía intentó detenerlo o disparó contra él. Hay todo tipo de explicaciones que unas veces sirven de justificación de la acción policial y otras no. Llevaba un arma en la mano, apuntó a la policía... O la pistola en realidad era de juguete o tenía un bulto sospechoso en el bolsillo del pantalón... De todo hay en esas tragedias.

En el caso de Garner, la mayoría de lectores de diarios en España no se habrán enterado de por qué le detuvo la Policía de Nueva York. Les han contado cómo el agente le hizo una llave y le mantuvo tirado en el suelo asfixiándose, mientras él suplicaba «no puedo respirar, me asfixio». De lo que no se habrá enterado casi nadie de los que no leyeron ayer en ABC la excelente crónica de Javier Ansorena es cuál era el crimen por el que la policía neoyorquina detuvo a Garner: por vender cigarrillos.

Vender inocentes cigarrillos en la calle se ha convertido en un crimen que amerita que la Policía te detenga. No hablamos de porros u otras sustancias peores. Se trata de tabaco. Y aquí tenemos el perfecto ejemplo de cómo la corrección política norteamericana se acaba de apuntar su primer muerto. Porque supongo que nadie me dirá que ha muerto porque la Policía quería proteger su salud.

He pasado toda esta semana en el Sultanato de Omán, donde me he alojado en dos hoteles, ambos de la misma categoría. Uno es norteamericano y el otro omaní. En el primero estaba prohibido fumar hasta en las terrazas. En el segundo, sólo en los ascensores. Mas todo el mundo asume que un buen día, esa cruzada de la corrección política llegará también aquí como ha llegado a España. Sería muy de agradecer que en el afán por protegernos de nosotros mismos no acaben matándonos.

UN MUERTO DE CORRECCIÓN POLÍTICA

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