POSTALES

La resaca

Lo que no podemos hacer es seguir empleando tanto tiempo, energías y recursos al problema catalán indefinidamente

José María Carrascal

Con la visceralidad que nos caracteriza, los españoles hemos ido de un extremo a otro: unos quieren procesar a Mas por desobediencia al Tribunal Constitucional, otros quieren procesar a Rajoy por no haber hecho cumplir la Constitución. Hay júbilo entre los nacionalistas, rabia en el PP y desconcierto en el Gobierno, que intenta tapar sus vergüenzas con la intervención de la Fiscalía contra quienes tan olímpicamente se han pasado la Carta Magna por el arco del triunfo. Tarde. Muy tarde. ¿Demasiado tarde? Posiblemente, para enmendar el inmenso error cometido y reparar el daño causado. Pero tampoco puede quedarse con los brazos cruzados, como hizo el fin de semana.

Es en estos momentos cuando se mide la talla de los gobernantes y se demuestra la entereza de un pueblo, dos cualidades hoy en entredicho en España. Y para salvar al menos el juicio, ya que no hemos podido salvar el honor, conviene no olvidar tres hechos inapelables:

Primero. Lo ocurrido en Cataluña el 9-N no puede quedar impune. Contra lo que dicen quienes hasta ayer tachaban a Rajoy de inmovilista y hoy alaban su «prudencia», bajo esa prudencia se han cometido al menos dos delitos: desobediencia al TC y prevaricación, que podrían ampliarse. Con el agravante del presumir de hacerlo. Más grave aún sería ceder a sus demandas. Cornudos y apaleados. Un Estado de Derecho no puede vivir sin Ley. El Gobierno que lo consienta está deslegitimado para seguir gobernando.

Segundo. Dicen los ingleses «cuando las cosas se ponen realmente mal, lo mejor es estropearlas del todo». Será para ellos. Para nosotros, cuando las cosas van mal, solo se ponen peor, porque creemos que los problemas se arreglan cambiando las leyes. Pero de nada sirve cambiar las leyes para seguir igual, es decir, seguir violándolas, y los primeros en hacerlo son los gobernantes. De poco servirá una nueva Constitución si tampoco la cumplimos. O un Estado Federal, como pide el PSOE, si somos incapaces de manejar un Estado de las Autonomías. Lo que hay que hacer es respetar lo pactado.

Tercero. Es un error y una pérdida de tiempo advertir a los catalanes de las desventajas que les traerá la independencia. Las conocen de sobra. Lo que hay que hacer es señalarles en manos de quién quedarán: en las de una clase política que ha aprovechado la autonomía para enriquecerse, provincializarlos y lavarles el cerebro con una ficción histórica, geográfica y económica que no coincide con la realidad. Tiene que ser esta –la caída de las inversiones anunciada por la agencia Fitch es un buen comienzo– la que arregle el desaguisado, si tiene arreglo. Lo que no podemos hacer es seguir empleando tanto tiempo, energías y recursos al problema catalán indefinidamente. Dura ya demasiado. Tiene que acabar de una vez y para siempre.

Y que Dios reparta suerte, que vamos a necesitarla.

La resaca

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