VIDAS EJEMPLARES

Un día normal

Hay que estar muy sordo para no escuchar el clamor de la calle

Luis Ventoso

Ayer. Un día cualquiera en la España del año 14 del siglo XXI: Ángel Acebes, ex secretario general del PP y hombre importante de Aznar (quien opina de casi todo pero no tiene opinión conocida sobre la corrupción que florecía bajo sus pies) desayuna con Ruz en calidad de imputado y le viene a decir que él en realidad no se enteraba de nada. En Barcelona, el alcalde nacionalista Trías se pone estupendo, denuncia una persecución política y anuncia querellas, después de que una filtración de Interior haya destapado que la Policía le ha encontrado una cuenta en Suiza con trece millones. Guindos anuncia un quebranto de 2.600 millones por irregularidades en entidades rescatadas por el FROB. Un directivo de la SGAE, todo un entusiasta, declara acusado de ventilarse 40.000 euros en solo dos años en prostitutas de lujo. El juez Pedraz encuentra un curioso hilo y vincula a una hija de Zaplana con la lavadora del distinguido emprendedor Oleguer Pujol. El arquitecto estrella Calatrava pasa por el banquillo. La Pantoja se prepara para iniciar su gira «Coplas tras las rejas» y aparecen más detalles de la banda de Granados.

Es cierto que todo este trajín es fruto de que la Justicia está actuando. Pero también es verdad que la sociedad española está asqueada, perpleja y hasta flirteando con disparatadas propuestas tele-populistas solo porque son nuevas y ajenas a la mugre de PP y PSOE. En una situación así, pierden todo valor las coletillas dichas en piloto automático por los dirigentes del PP, como «respetamos la actuación de la Justicia» o «no se puede generalizar porque haya algunos desalmados». Tampoco vale ya la mera petición de disculpas y el –tardío– asombro y enojo al saber que se daba alas a un golfo. Esperanza Aguirre volvió a demostrar el lunes sus reflejos políticos al ser la única figura de peso del PP que salió a expresar públicamente su repulsa y enojo por las prácticas de Granados. Pero le faltó añadir algo más: y dado que he sido incapaz de detectar que se estaba fraguando en mi feudo este caso, el de la Gürtel y las malas prácticas en Caja Madrid, creo que no he estado a la altura de lo que demandan los ciudadanos y anuncio mi renuncia a todos mis cargos partidarios y de la actividad política, porque creo que es tiempo de una nueva generación, limpia y ajena por completo a la etapa en que sucedieron estos oprobios. Esos son los gestos que demanda la sociedad española. Hechos, no palabras. Un plus de ejemplaridad debe continuar hacia arriba por el escalafón del PP. Porque nadie se cree ya aquello de que no sabíamos nada. En mi modesto círculo vi al menos una docena de veces a gente de diversos ámbitos resoplando y diciendo «¿Granados? Ufff», cada vez que se citaba al personaje. Era un clamor y en el PP también lo sabían. ¿Cómo lo castigaron? Con un aguinaldo en el Senado, la cámara-spa.

Ayer Rajoy pareció escuchar –al fin– el clamor ensordecedor y presentó sus excusas a los españoles. Pero tienen que ser secundadas por la acción. Ana Mato, además de haber sido desautorizada por sus propios jefes como ministra de Sanidad, debió irse en cuanto se supo que Correa había pagado fiestas y viajes a su familia. ¿Por qué sigue ahí? Otra pregunta: con el ejercicio de higiene extrema que ha de acometer el PP, ¿es compatible por más tiempo compartir la secretaría general del partido con la presidencia de una comunidad autónoma? No parece. Hay que responder, actuar.

Y como telón de fondo queda el gran tema, la enfermedad moral de la sociedad española. Decía ayer el filósofo Gomá que está pendiente «la revolución de los corazones». Tiene razón.

Un día normal

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