HORIZONTE
Don Tancredo
Es más limpio el país que barre la basura que el que la oculta y procura que no se sepa nada de ella
«En mi país, cuando los medios hablan de España, sólo hay dos temas: Cataluña y la corrupción». Y con esos mimbres, descritos por el embajador en Madrid de un país de peso casi idéntico al de España en la UE, uno se pregunta cómo ha conseguido nuestro país asegurarse el sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin duda ha sido un éxito singular del ministro García-Margallo, que competía con rivales que compraban el voto de países que pesan en la elección exactamente lo mismo que las potencias nucleares aunque no tengan más que unos miles de habitantes en una isla perdida en mitad del océano Pacífico.
No pretendamos aminorar la relevancia de lo ocurrido: las detenciones de ayer de varios alcaldes, el exvicepresidente de la Comunidad de Madrid y el presidente de la Diputación de León representan un chorro más que cae en un vaso hace tiempo desbordado. Hay que perseguir la corrupción porque, desde que el hombre es hombre, acompaña su actuación. Pero también es evidente que la corrupción se da, primordialmente, en quien tiene cuota de poder. En los partidos embrionarios, incluso en los de larga vida en la oposición, rara vez se da porque no han gestionado dinero público.
La pregunta que parece legítimo hacerse en este momento es si en España florecen tantos casos de corrupción política porque somos uno de los países más putrefactos de Occidente (quizá sí) o porque hemos conseguido tener un sistema judicial verdaderamente independiente que persigue la inmundicia tanto si es del partido del Gobierno como si lo es de la oposición. Y me disculparán mi inocencia, pero yo creo que estamos ante el segundo caso. En España vemos jueces de instrucción procediendo contra la clase dirigente cada día. No hay partido que haya tenido cuota de poder y que no esté señalado. Pero, sin haber razón para estar orgullosos, tampoco hay que avergonzarse tanto. Es más limpio el país en el que se barre la basura que el que la oculta y procura que no se sepa nada de ella.
Dicho lo cual, Mariano Rajoy tiene ante sí un grave problema. Los golpes a su partido llegan de todas direcciones. De la etapa anterior a su Presidencia y de la suya, con señalamientos a altos cargos designados por él –es decir, que, aunque no hicieran nada ilegal en su etapa, no tenía el mejor ojo a la hora de seleccionar colaboradores–. Y llegado a este punto, debe actuar con urgencia. Confieso mi simpatía por el arte de Don Tancredo, que el propio don Antonio Maura practicó el 9 de octubre de 1904 en la plaza de toros de Boecillo, siendo presidente del Consejo de Ministros. Pero entonces no existían cámaras de vídeo. Casi no había ni cámaras fotográficas. Por ello las actitudes políticas y de otro tipo de Maura no son equiparables hoy. Rajoy hizo una buena apuesta por la recuperación económica. Llena de sentido común. Pero con eso no le va a valer si lo demás se desmorona... Como está ocurriendo.