VIDAS EJEMPLARES
No podemos
Ese marxismo televisivo y simplista encarna una nueva casta
En la víspera de las europeas leí el programa electoral de Podemos. Intenté hacerlo de forma desprejuiciada, buscando otras ideas frente a la crisis en curso, que consiste en el declive económico y moral de Occidente (problema al que en España se añade el de la unidad de la nación). La levedad intelectual del documento me decepcionó, y más siendo sus autores profesores de Ciencias Políticas, empleados públicos de la Complutense adornados con sobresalientes y doctorados varios. No era más que una acumulación de majaderías utópicas, imposibles de implantar sin quebrar el país y convertirlo en un paria de sesgo bolivariano. Todo venía envuelto además en la más sobada prosa postcomunista. Los mismos tópicos que vienen utilizando desde hace décadas veteranos como el profesor Beiras para encubrir, con un manto justiciero, el rastro de dolor y miseria que dejó en el siglo XX la aplicación del marxismo, pura lejía para las libertades.
El viernes un importante periódico publicó una tribuna de Podemos. Era como una página de publicidad, pero sin pasar por taquilla. De nuevo quise conocer sus ideas de primera mano. El argumentario era simple: todo es un asco y Podemos lo arreglará, porque es nuevo y participativo (por supuesto, no falta la frase talismán de todo líder teletubbie: «Es tiempo de abrir un tiempo nuevo». ¿Sus soluciones? Ninguna. Se habla, eso sí, de «la intervención extranjera de España» y se cita como ejemplo Eurovegas (que no vino por las exigencias que impuso el Gobierno) y las bases americanas (una realidad asumida y fuera de debate). Con mal gusto, aludiendo al nazismo, se critica el «IV Reich financiero», que nos obligó a fijar un techo de gasto en la Constitución. Muchos creemos que fue una medida benéfica, que impide que cualquier irresponsable pueda empeñar el futuro de las generaciones venideras. En cuanto a los escándalos de corrupción, tan podrido no estará el sistema cuando él mismo los está depurando (aunque falta exigencia ética por todas partes, empezando por PP y PSOE).
Aparece también, por supuesto, la facilona alusión a «la casta», ese establishment que nos domina. Me temo que si naces en Madrid y puedes ir a su Universidad, luego vives de la misma (dinero público), te has lucrado por asesorar a políticos, accedes a los platós de Berlusconi y Lara para predicar día y noche y acabas sentado entre la crema de Estrasburgo… En fin, si no eres ya parte de la «casta» que denuncias, mucho se parece.
Es legítimo el enojo de la gente machacada por la crisis, que sufre pese a la mejora macroeconómica. Es lógico que barajen alternativas. Pero abrazar un despropósito para darle una colleja a Rajoy no arregla nada. Ese desahogo se apellida suicidio. Jean Tirole, que acaba de ganar el Nobel de Economía y sale menos en la tele que Monedero e Iglesias, pero sabe un poco más, ha advertido a Francia que «o hace reformas o se estrellará». Esas reformas no consisten en cheques-regalo para todos, sino en la consolidación fiscal y la liberalización de la economía. La antítesis del potaje de Podemos. Tirole vive en el mundo real. Los otros, en la gaseosa de la televisión y el mullido limbo de la casta universitaria.