EL CONTRAPUNTO

Cuando despertemos del ébola...

Los fantasmas de la corrupción, el enfrentamiento, las mentiras y la demagogia seguirán ahí

Isabel San Sebastián

Cuando despertemos del ébola, que despertaremos, los dinosaurios seguirán ahí. Cuando vayan apagándose las alarmas, Teresa (¡ojalá!) haya vencido a la enfermedad, se aleje el peligro de nuevos contagios y el virus asesino retroceda hasta su lugar de procedencia, donde esperemos pueda ser definitivamente vencido, la pesadilla sanitaria dejará paso a los viejos fantasmas de siempre, que permanecen agazapados, con su potencial destructivo intacto. Cuando el combate contra esta feroz pestilencia vuelva a ser cosa de misioneros y voluntarios heroicos, dispuestos a sacrificar sus vidas en la ayuda desinteresada a los parias de la Tierra, España abrirá los ojos y se encontrará con una realidad sombría para la que no ha generado anticuerpos: corrupción, mediocridad, división, enfrentamiento, mentira, traición, ignorancia, demagogia... viejos conocidos nuestros que acechan en cada esquina.

Ofende a la razón, la dignidad y el bolsillo contemplar, desde la tribuna de pagadores de impuestos, el espectáculo obsceno de las tarjetas opacas de Caja Madrid, el escándalo interminable de las subvenciones fraudulentas en Andalucía o los cientos de millones evadidos por la «famiglia» del padre-padrino Pujol, hasta ahora con total impunidad. Enciende el ánimo constatar hasta qué punto se ha practicado en este país el discurso del «haz lo que yo digo, no lo que yo hago», predicando austeridad y/o solidaridad mientras saqueaban los recursos públicos los propios encargados de custodiarlos. Asquea sentirse engañada por todos, haberse jugado la vida, enterrado amigos, renunciado a tanto, sin otra finalidad última que la de encumbrar y enriquecer a unos cuantos sinvergüenzas.

¿Para qué dimos la batalla en el País Vasco? No fue pensando en ver a la serpiente gobernar San Sebastián, desde luego. Tampoco creímos ser nunca testigos de la infamia cometida con Bolinaga y otras alimañas de su especie. No nos plantamos ante al terror ni nos enfrentamos a sus cómplices recogedores de nueces sospechando que poco tiempo después su proyecto sedicioso de quebrar España, una España que nos pertenece a todos, estaría a un paso de materializarse en Cataluña, a falta de una auténtica ofensiva política destinada a impedirlo. En ausencia de medida alguna en el campo de la educación y la comunicación de masas susceptible de contrarrestar la abyecta propaganda separatista que ha envenenado las mentes. Es decir, sin oposición por parte de los partidos e instituciones responsables de evitar que, antes o después, se consume la ruptura. Todo o casi todo lo que se levantó entonces, hace poco más de quince años, yace hecho escombros en el fondo del barranco de ignominia al que nos hemos precipitado. Los movimientos cívicos (con honrosas excepciones, como Sociedad Civil Catalana), la resistencia ciudadana, el entramado legal (la maltratada Ley de Partidos), los principios, los valores, la determinación que sustentaron ese edificio... Todo se ha ido al garete.

Claro que no es lo único. Ha pasado prácticamente inadvertido, en medio de la vorágine, el flagrante incumplimiento por parte del PP del compromiso referido a la derogación de la vigente ley del Aborto, que para muchos, ahora lo vemos, constituía vulgar munición electoral contra el PSOE, inservible una vez alcanzado el poder. Quienes creímos, ingenuamente, compartir con el partido en el Gobierno la convicción de que matar a criaturas indefensas en el vientre de su madre no puede ser un derecho hemos constatado nuestro error. Porque aquí convicción, lo que se dice convicción suficiente como para pesar más que el cargo, han demostrado tener Jaime Mayor Oreja y Alberto Ruiz-Gallardón. Los demás han mirado hacia otro lado. Pero, para bien o para mal, los muertos informativos que mata la última portada se empeñan en resucitar. Y, cuando despertemos del ébola, ellos seguirán ahí.

Cuando despertemos del ébola...

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