Solución: ¿De qué color es realmente el mar?
Las variaciones en el color de los océanos son fruto tanto de factores físicos como biológicos
Hoy no te planteamos un juego de lógica sino una reflexión. ¿Has pensado alguna vez de qué color es realmente el mar? Seguramente no. Todos concluimos que al margen de sus diferentes tonalidades, el mar es azul.
La respuesta tiene que ver con que las variaciones en el color de los océanos son fruto tanto de factores físicos como biológicos. ¿Se te ocurren cuáles son? Puedes pensar en la respuesta y si no, más abajo, la respuesta.
Aquí te los contamos:
El ojo humano contiene células capaces de detectar radiaciones electromagnéticas con longitudes de onda de entre 380 y 700 nanómetros. Dentro de este rango, las diferentes longitudes de onda se corresponden con los distintos colores que vemos en el arco iris. Las moléculas de agua absorben mejor la luz que llega en longitudes de onda mayores; esto es, los rojos, naranjas, amarillos y verdes. Solo queda por lo tanto el azul, con longitudes más cortas.
Ya que la luz azul tiene menos posibilidades de ser absorbida llega a mayores profundidades, lo que hace que el agua se vea de este color. Esto con referencia a la física.
Pero la biología también cuenta, ya que lo que más influencia tiene en el color del mar son unos pequeños microorganismos llamados fitoplancton.
Generalmente, más pequeños que la cabeza de un alfiler, estas algas unicelulares usan pigmentos verdes para capturar la energía del sol para convertir agua y dióxido de carbono en los componentes orgánicos que forman sus cuerpos.
A través de esta fotosíntesis son responsables de generar aproximadamente la mitad del oxígeno que los humanos consumimos.
De forma crucial, el fitoplancton absorbe radiaciones electromagnéticas en los rojos y azules del espectro visible, pero refleja los verdes, lo que explica por qué las aguas en las que habitan se ven verdes.
¿Cómo hacen los científicos para determinar el color del mar y los océanos?
La técnica más usada consiste en valerse de satélites con instrumentos para medir la intensidad de la luz visible que viene del agua. La mayor parte de la luz del sol que se acerca a la superficie del mar es capturada por partículas en el aire. Lo que queda es bien absorbido o se dispersa en el agua.
Pero cerca de un 10% rebota y vuelve a la atmósfera, y potencialmente en la dirección del satélite, que mide cuánto de esta luz se encuentra en los verdes o azules del espectro. Ordenadores usan estos datos para estimar cuánta clorofila se encuentra en el agua.
El estudio del color del mar ha dado también resultados más importantes. El año pasado investigadores estadounidenses publicaron un estudio que mostraba que los niveles de clorofila en los océanos habían cambiado en el mundo entre 1998 y 2012.
En el estudio no pudo observarse ninguna tendencia, pero los cambios de colores registrados por los satélites sugieren que los niveles de clorofila disminuyeron en algunos mares del hemisferio norte, y crecieron en partes del sur.
Esto ha llevado a algunos a sugerir que zonas marinas con bajos niveles de clorofila, conocidos como "desiertos oceánicos", se están expandiendo como resultado del incremento de la temperatura del mar.
Pero algunos opinan que todavía no hay datos suficientes para probar cómo el calentamiento global está afectando los niveles de fitoplancton en el mar, que podrían variar de forma natural en ciclos de 15 años o más.
Algunos estudios sugieren que los científicos deberán monitorear el color del océano durante más de 40 años para poder sacar conclusiones.
Solo entonces podremos determinar si el color del océano ha cambiado, y en qué grado.
Y de ahí saber si los humanos estamos teniendo algún impacto en los niveles de plancton existentes, y por lo tanto influenciando el ciclo del carbón.
Noticias relacionadas