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Jueves, 13 de julio de 2006
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CALLE PORVERA
La cosa está que arde
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La historia es cíclica, y no hacen falta complicadas teorías físicas y matemáticas para probarlo. Sólo es necesario echar un vistazo a los periódicos del verano pasado y allí estarán: los incendios. En ocasiones, hasta en los mismos lugares. En cinco días ya hemos tenido un fuego en Rota, otro en la Sierra y otros dos o tres en Chiclana, por no hablar de los de Cataluña, Huelva y otros puntos de la geografía española. De un año a otro, sólo varía la cifra de personas que son desalojadas en cada siniestro, con el agravante de que esas imágenes de incendios resultan ya demasiado familiares.

Las repeticiones siguen si examinamos las causas de los incendios, en los que siempre interviene, de una manera u otra, la mano del hombre. Un hombre muy inconsciente, por cierto -por no llamarle algo peor-, porque no hay que tener muchas luces para no apagar bien una barbacoa, o para tirar una colilla encendida en la carretera o en el campo y pensar que, simplemente, no va a pasar nada. O es que se trata de auténticos delincuentes, de esa especie rara que disfruta llevando a la práctica lo de «el bosque es de todos.Quema tu parte».

¿Y qué pasa con esa gente, inconscientes o delincuentes? Porque lo que nunca se repite en el ciclo veraniego de la información son las noticias sobre condenas contra pirómanos voluntarios o involuntarios. Al final, el resultado es siempre el mismo: un paisaje de tierra ennegrecida difícilmente recuperable para la naturaleza, pero muy aprovechable para los especuladores.



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