Por si alguien tiene todavía la curiosidad, pasear por un país que acaba de ganar un Mundial es una sensación maravillosa, que en general en este planeta uno sólo suele experimentar si es brasileño. Desde ayer en Italia es estadísticamente más frecuente, cuatro veces en la historia. En Roma es como uno se lo puede imaginar. Las calles desiertas, con turistas despistados que vagan con inconsciencia, bares con muchedumbres silenciosas, casas en las que se masca una tensión acumulada durante generaciones. Se anima incluso a los jugadores de otros equipos, odiados a muerte durante el resto del año, e Italia se siente importante. Sólo el fútbol, que reduce todo a lo elemental, tiene esta rara virtud en un país tan enrevesado.
En el momento de la victoria, la ciudad se fundió a alta temperatura con un griterío colosal. En el Circo Massimo más de 100.000 personas se echaban unas encima de otras, los 'tifosi' saltaban sobre la persona que tenían más cerca, aunque fuera desconocida. Los 'carabinieri' con metralleta que vigilan el Senado se abrazaban con los transeúntes. En Piazza Navona y seguramente en el resto de las decenas de plazas de Roma, nadie dudaba en tirarse a una fuente. En Venecia, se arrojaban a los canales. Es una vez en la vida. «Siamo nella storia! (¿Estamos en la historia!)», gritaba un niño con una bandera gigantesca en Campo de Fiori, donde la embajada francesa era un mausoleo. Quizá un día él sí vea a Italia vencer otra Copa del Mundo, pero quién sabe, mejor que lo saboree ahora.
Deberá comprobarse, pero es probable que ninguna persona en el mundo haya sido más insultado simultáneamente que Zinedine Zidane ayer tras ser cazado en su agresión a Materazzi. Desde ese momento, los italianos se sintieron vencedores morales, a pesar de que llegó la pesadilla de los penaltis. Que la victoria llegara por un error de Trezeguet no hizo más que confirmar esta intuición, porque fue él quien marcó el 'golden gol' que en la final de la Eurocopa de 2000 significó la injusta derrota de Italia. La revancha ayer era completa y ni siquiera le estará importando a la cadena de tiendas Media World, que en un alarde de idealismo, hizo el mal negocio de prometer a sus compradores la devolución del precio de un televisor de plasma si Italia ganaba el Mundial. Vendió más de 10.000 y deberá desembolsar 10 millones de euros, pero el dueño ayer decía antes del partido que quería que ganara la 'nazionale'.
Nadie quiso perderse el partido y, por ejemplo, Alitalia redobló ayer sus aviones desde Valencia, tras la visita del Papa, para que todo el mundo pudiera volver a tiempo del 'partitone'. Uno de ellos, completamente atestado, estaba lleno de cardenales. «Esperemos que haya más sitio en el paraíso», se le escapó en un murmullo a un cardenal de Bolonia. Allí se hicieron un hueco ayer Italia y la 'squadra azzurra' durante una noche. Y seguramente en Roma harán lo posible para estirarlo más de una semana. Dormir será una quimera.